Rafael A. Aguilar - EL NORTE DEL SUR

Verano

Echa en la maleta el tiempo, el sosiego, los mapas y la caricia: deja aquí la prisa, la urgencia, la duda y la certeza

Echa en la bolsa de viaje todo lo que hemos apuntado en la lista menos lo que no hemos apuntado, por seguir la frase, el razonamiento, el enigma que lo está petando desde el jueves por la noche. Las aletas y el traje de buzo , los auriculares inalámbricos , los cómics , el montón de libros , los suplementos de los periódicos atrasados, la brújula y los prismáticos , las revistas de trotamundos, el ajedrez de bolsillo, la baraja de cartas, la cantimplora, el palo telescópico con el que escalar al pico más alto de cuantos se divisarán en el firmamento, la cámara de fotos , su trípode, el bañador y el forro polar, las tarjetas con sellos para la gasolina, los patines, los pantalones cortos, las banderas, las camisetas sin mangas , el traje de noche, el rímel, los discos compactos, los altavoces portátiles, el diario, la pluma, el espejo. Deja aquí todo lo que sobra: la prisa, las urgencias, la cartera, el carné de identidad, el móvil, la tableta, los silencios, el laberinto del insomnio, las vueltas de la vida, la duda y la certeza, las vistas sin mar, el motor de los coches, las aceras sin arena, los paseos sin árboles, el almuerzo sin siesta, el desayuno con la radio, el duermevela de madrugada. Echa las ganas, los mapas, el hambre y la sed, la carpeta de los dibujos, la calma y la caricia, el sol del atardecer, la espuma de la orilla, las sardinas sin fritanga, la danza y las palmeras, el tomillo del monte bajo, el sendero que zizaguea hasta la cumbre, el oxígeno, la sal y el salitre, las sandalias, la toalla, la cazadora, los papeles en blanco, el abrazo y la libreta de pastas dura con gomilla.

Deja aquí el miedo, el pasado, la rutina, la lluvia sin nubes, la nevera sin fruta ni dulces ni chocolate, el llanto, las ausencias, las mañanas sin risa, la noche pesada, el cielo negro sin estrellas, el calor y el frío, las habitaciones vacías y el pasillo oscuro, las ventanas cerradas, las azoteas sin sábanas, las tardes sin merienda, el chisme, el despertador, la alarma, el cargador, la amanecida sin tiempo para mirarte al espejo. Y no olvides las bicis, el sosiego, el deseo, la colección de poemas, el diccionario bilingüe, el orégano, la manta ni la almohada, el pasaporte, la mochila, el impermeable, la guitarra, su canción. Echa el rato muerto, el camino, la flauta, el molino, la espadaña, la flor y las campanas, la charla, el vino, el sombrero, la gorra, las gafas de sol. No te preocupes de las monedas ni de las llaves, de los cerrojos, del aire acondicionado, de los cables. Cancela las redes sociales, entierra el teléfono en el fondo del armario, olvídate del buzón, de los pasos de peatones y de los semáforos, de las farolas a la intemperie de la sobremesa sin pájaros encima, de los bancos sin nadie sentado, de las escaparates y de la cuenta corriente. Llévate el tiempo en el bolsillo como si fuera un tesoro que podrás ir escondiendo en cada lugar que visites para volver alguna vez a ver si te reconoces en los pasos que diste en las vacaciones que ahora empiezas.

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