ENTREVISTA
El venezolano que se enfrentó a unos defensores de Maduro en Córdoba: «Estaré lejos, pero no ausente»
Roberto Osorio defiende que «me duele mucho mi país y este chavismo de pacotilla ha arrollado con todo»
Indignación y rabia. Fue lo que empujó a Roberto Osorio a enfrentarse a un grupo de manifestantes, militantes del PCE, que se concentraron en Córdoba el pasado 9 de febrero para apoyar al gobierno de Nicolás Maduro . «Estaré lejos, pero no ausente. Y me duele mi país. Me duele que se defienda este chavismo de pacotilla que ha arrollado con todo», afirma este joven, que lleva apenas siete meses en Córdoba , amparado por el Programa de Protección Internacional , después de haber sufrido un secuestro en Venezuela.
-¿Qué le llevó a marcharse de Venezuela?
-Intentaron saquear la panadería de mi pareja, en Cunamá, y me enfrenté a los autores. Al llegar a mi casa, entraron y me tuvieron tres días retenido. Desvalijaron mi coche y no me mataron, no sé, quizá porque soy muy conocido por allí. Me marché a Ecuador y después de un tiempo quise volver a Venezuela, pero mi mamá me dijo que no regresara, que corría peligro. Ella, que trabaja como cirujana pediátrica, me comentó que tenía un amigo en España, y por eso vine.
-¿Qué le llevó a enfrentarse a los concentrados en el Bulevar del Gran Capitán?
-Vi una pancarta en la que ponía «Venezuela. Ni golpe, ni invasión, ni guerra». Me acerqué para preguntarles por qué estaban ahí manifestándose, y ninguno supo qué contestar. Solo me decían que tenían permiso. Uno de ellos hasta me dio un empujón y me dijo que me largase. Ahí fue cuando me encendí de la rabia, porque precisamente así es como funciona mi país ahora, con represión. Y yo me pregunto, ¿por qué no querían que los grabase si estaban en una manifestación en la calle?
-¿Cómo está viviendo desde aquí todo lo que está sucediendo en Venezuela?
-Con dolor porque allí no se puede vivir ahora mismo. Los de la concentración me decían que la cosas se podrían arreglar dialogando, pero ¿cómo se dialoga con un dictador? Es imposible. Ha arrollado con todo. La gente sobrevive revendiendo lo que tiene.
-¿Cuál es el día a día de los venezolanos?
-Es una odisea. No hay de nada. No hay medicinas y la comida o cualquier otro producto cuesta muchísimo. Mi abuela, por ejemplo, que padece de Alzheimer no puede conseguir los fármacos que necesita. No hay pastillas, ni vacunas para los niños. Me duele muchísimo porque yo he vivido cuando podías salir a la calle tranquilo y disfrutar charlando con tus amigos sin temor a que te pasase algo. Ahora et pueden matar por un teléfono. Ahora, cada vez que sales de tu casa, no sabes si vas a regresar.