Pretérito Imperfecto
Veinte años de nada
El fútbol ha sido una excusa, a lo sumo un capricho ostentoso o una coartada, en Córdoba
![El actual dueño del Córdoba CF, el empresario Jesús León](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2019/04/27/s/cordoba-club-futbol-kUNF--1200x630@abc.jpg)
En unos meses se cumplirán veinte años de la conversión del Córdoba CF en una sociedad anónima deportiva . Gracias a la triquiñuela financiera de un Ayuntamiento comunista, la entidad blanquiverde entró en el club de la nueva era futbolística atisbando un nuevo tiempo alejado del barro y las carreteras secundarias. El usufructo inventado del todavía hoy ruinoso Nuevo Arcángel -800 millones de pesetas de ida y vuelta para equilibrar el balance- aún pervive como la piedra angular de una entelequia contable sin la que nada de lo ocurrido hasta ahora (para bien o para mal) hubiera sido posible. ¿A qué viene hablar, pues, de cesión del estadio municipal cuando vive empotrado desde entonces en el patrimonio de una sociedad privada...?
Durante estas dos décadas podría haberse forjado un proyecto sólido, a largo plazo, con raigambre, proyección, valores reales, cantera y promoción turística, amén de las componendas deportivas... Nada de eso ha sucedido salvo desgraciadas excepciones usureras, y a punto de soplar las velas del capitalismo balompédico, nos hallamos al borde del precipicio a Segunda B, y lo que es peor, con los indicios de una dramática caída libre sin red. El Córdoba CF no sólo camina hacia el descenso sino que arrastra las peores heridas posibles que le conducen a un bloqueo empresarial, judicial, institucional y deportivo.
Ojalá me equivoque y me lo puedan reprochar, pero de ahí a la desaparición dista muy poco. Deseo, fervientemente, que todos aquellos que posan en desafortunadas fotografías bajo el oportunismo político o el paraguas de los intereses de unos cuantos, estén disponibles para seguir en la foto cuando todo el mundo salga corriendo y en el barco sólo queden las ratas.
Veinte años no son nada, pero sí lo suficiente para cerciorarnos de que el fútbol ha sido una excusa, a lo sumo un capricho ostentoso, o una coartada en Córdoba. Por un lado van los sentimientos, por otro los números y a veces conjugar ambos campos es tanto o más difícil que mezclar aceite y agua. Nadie tiene la fórmula mágica, pero en estas dos décadas podemos sacar numerosos ejemplos de ciudades de menor peso poblacional, histórico y cultural en lo futbolístico que han sabido aprovechar las oportunidades de un nuevo negocio que desde que insufla ingresos por la televisión no lo conoce ni la madre que lo parió.
Y ahí fue justo el momento en el que terminó de joderse todo (con perdón). Porque aparecieron los depredadores, los carroñeros, los tiesos, los oportunistas y los mercenarios para arramplar con el poco romanticismo que le iba quedando a este deporte que trasciende a la mera práctica de un juego. En todo este tiempo hemos tenido un catálogo de dirigentes de lo más variopinto, unos con mejores intenciones que otros, mejor o peor suerte, pero ninguno ha sido capaz de construir una empresa duradera y seria de la que uno pueda sentirse orgulloso, entre o no la pelotita.