CONTRAMIRADAS
Vega: «Me autoproclamo reina de mi propia vida»
Ha logrado cimentar una sólida biografía artística más allá de aquel fogonazo de OT. Y ya ha llovido. Ahora regresa con un disco en vivo pletórico de energía
Desde el 7 de octubre de 2002 ya ha llovido en la biografía de Vega . Ese día cruzó el umbral de uno de los bombazos televisivos de la década. Tenía apenas 23 años y fue una de las 17 elegidas que lograron pasar la dura criba entre nada menos que 80.000 aspirantes para la segunda edición de Operación Triunfo . Ahí se dice pronto. Dieciocho años después ha logrado poner en pie una carrera musical admirable. Ocho discos en el mercado, decenas de singles, un puñado de superventas, dos nominaciones al Grammy y una trabajada trayectoria como intérprete, compositora y empresaria. Al otro lado del teléfono, su voz suena cálida y serena.
—No tenía claro que era su destino.
—Para nada. La música era entonces un «hobby» para mí. Algo divertido. Sin responsabilidades. Formaba parte de mis buenos ratos. Del ocio. Viví un fenómeno que, con cierta juventud, abruma. Al tercer disco lo tuve claro. Era ya 2008 y tenía 28 años.
—¿Qué aprendió de OT?
—Que los sueños pueden realizarse. Aprendí lo que es un «show». El mundo de la televisión. Que no es lo mismo la música entre amigos que cuando te enfrentas al público. Que lo mismo te idolatran, que te dejan de querer. Aprendí a hacerme fuerte. A sacar callo.
—Ocho discos, decenas de singles, superventas, dos nominaciones al Grammy. ¿Esta es la carrera que hubiera firmado hace 18 años?
—Incluso mejor de la que hubiera firmado. No esperaba nada más que una cosa y es la misma que hoy: permanecer en la memoria de alguien con una canción. Que forme parte de la banda sonora de la vida de las personas. Es un proyecto muy ambicioso que tiene poco que ver con los hitos clásicos de la industria.
Hija de ingeniero y docente, Mercedes Mígel (Córdoba, 1979) coció a fuego lento su pasión por la música en las reuniones familiares. «Nunca faltaba una guitarra», afirma. Con 15 años se lanzó a tocar en locales como instrumentista de una amiga que cantaba música aflamencada. Pronto empezó a escribir sus propias canciones y, en plena carrera de Publicidad y Relaciones Públicas en Segovia, su vida dio un vuelco copernicano junto a M anuel Carrasco, Ainhoa, Beth y toda aquella banda de jóvenes que se metieron en el salón de casa de media España . Hasta hoy.
—Ya sabemos quién es Vega. Pero, ¿quién es Mercedes?
—La hermana de en medio de tres chicas nacidas en una familia trabajadora. Una mujer a la que inculcaron valores de la familia, el respeto, la honestidad y la transparencia. He llevado la transparencia a extremos insanos. Una persona altamente sensible, empática y que sufre mucho por ello. Reconozco que soy difícil, que me cuesta disfrutar, pero soy tremendamente feliz con las pequeñas cosas. Soy demasiado exigente conmigo y con quienes me rodean en cosas que pueden resultar pueriles. Soy, a veces, compleja pero tremendamente sencilla. Soy amante de la familia, de la casa, de los amigos.
—¿Y por qué ahora un disco en vivo?
—Es un disco que me ha pedido el público. No estaba preparado. Se estaba grabando para sacar algunas canciones en « streaming ». El concierto fue una sola fecha, se agotaron las entradas muy rápido y mucha gente se quedó fuera. Dada la repercusión que tuvo aquella noche y lo bonita que fue, me pidieron que lo editara. Se chequeó para ver si podíamos hacerlo y hemos hecho una edición limitada.
«Los conciertos masivos me dan un poco de claustrofobia: el escenario es un lugar privilegiado»
—¿En el escenario se vive mejor?
—Los conciertos masivos me dan un poco de claustrofobia. Así que el escenario es un lugar privilegiado para gente como yo, que lo pasa mal entre el bullicio. Me gusta cuando estoy despreocupada. Y no siempre sucede. Soy tremendamente feliz en el escenario a partir de la cuarta canción. En las tres primeras llego estresada por todo lo que hay de preparación previa. Menos este concierto de Madrid, que, por una vez, delegué todo para disfrutar encima del escenario.
—Con 24 años vendió 200.000 copias de un single. Eso es hoy una quimera.
—Una quimera. Fue en unas circunstancias que no sé qué punto de real tenía todo eso.
—¿Qué queda de la industria del disco?
—Hay gente que dice que poco. Solo sé que he vuelto a fabricar en físico y que tengo un público de calidad excelente que compra mis discos porque sabe que cuido muchísimo la edición. Sigo creyendo, como los artesanos, en la obra física. Yo me he salido de las multinacionales voluntariamente. Quería hacer las cosas de otra forma y poder acercarme al público cuando no existían las redes sociales.
Sobre la libertad creativa
—En las multinacionales no era libre.
—No es que no fuera libre. No tengo nada en contra de ellas. Pero tienen una burocracia y una forma de gestionar que las hacían tremendamente lentas. Para artistas como yo suponía dilatar mucho el contacto con el público. Todo pasaba por un proceso de cola en espera. Eran 20 días para subir un vídeo que llevaba elaborado un mes y medio. No podía soportarlo.
—Ahora es dueña de su creación.
—Soy completamente libre. No tengo el paraguas de nadie. Es duro y difícil autogestionarse y, sobre todo, autofinanciarse. Todos los proyectos salen de mi bolsillo.
—Tiene usted un buen bolsillo.
—Un bolsillo hecho con mucho trabajo. No solamente se hace con mi carrera como artista sino como compositora y autora para otros artistas.
—¿Y qué queda de aquella Vega de OT?
—Yo soy la misma, ¡eh! Probablemente más contenida porque soy menos contestona. Tengo 41 años en vez de 23, pero sigo pensando lo mismo. Más temblada, más serena, más madura. Allí era más rebelde y más impulsiva. Cosas inherentes a la edad.
—¿La «reina pez» todavía se sigue jugando la vida antes de claudicar?
—Por supuesto. Y lo seguiré haciendo. Es un lema que tengo. Me autoproclamo reina de mi propia vida. Cuando nadie te da tu sitio te lo tienes que dar tú. No es por ego: es por supervivencia. Quererte a ti misma lo suficiente como para que no te ahoguen ni te quedes en la orilla.
—¿Lo de Raphael fue un sueño o una extravagancia?
—¡Un sueño! De extravagancia nada. Soy fan desde pequeñita. La extravagancia fue que dijera que sí. Me habían dicho que era imposible ni saludarlo. Que no era accesible. Y fue algo tan sencillo como hablar con su hijo a través de un mensaje de Twitter . Le dije: «Mira: compuse esta canción inspirándome en tu padre. Soy muy fan. Y simplemente quisiera que la escuchara». Y en la posdata le decía: «Si algún día tiene un hueco y le apetece cantarla conmigo sería la releche». La contestación fue «pásate un día por casa que le gustaría cantarla contigo». Así de sencillo.
«Tengo una amistad muy bonita con Raphael: me pidió que le escribiera una canción para su último disco»
—Le temblaron las piernas.
—Me temblaron las piernas y me tembló todo. Desde entonces, tengo una amistad muy bonita con Raphael y me pidió escribirle una canción para su disco: «La última ovación». Son sueños hechos realidad. He cantado con grandes artistas, de quienes he tenido el respeto y a los que yo respeto. Me siento una mujer afortunada. He tenido el lujo de escribir para compañeros que admiro, como Pastora Soler, David Bisbal o Elvis Costello.
—¿Qué quiere contarnos con sus canciones?
—Cuento de todo. Historias personales y de gente que me rodea. Mi percepción de la vida ha cambiado. Compongo con Quique Fuentes , que es mi guitarrista. Tenemos una evolución en el sonido y nos acercamos a la música anglo. En las letras, cada día soy más franca. Toco más la poesía y la parte social.
—Es licenciada en Publicidad. ¿Juega con ventaja?
—Soy una publicista nefasta porque soy tremendamente crítica. Amo la publicidad cuando está bien hecha y es un producto real. Pero odio la publicidad engañosa. ¿Juego con ventaja? Puede ser que sepa en algún momento donde están las claves. Me sirve a la hora de mi lanzamiento y de las estrategias.
—¿Todos los caminos de Vega conducen a Córdoba?
—No todos. Conducen muchos. Los de la familia, los amigos y la pasión por mi ciudad, que es preciosa. Otros conducen a Galicia , que es mi segundo hogar, donde encontré el amor y la familia también. Y otros caminos conducen a Madrid, que es mi ciudad de acogida, donde tengo mi trabajo y mi casa.