Cultura
Valdés Leal, un pintor más allá de tópicos y equívocos en su cuarto centenario
La vida del artista ha estado rodeada por mitos sobre su personalidad y por la larga sombra de Murillo
Nació en Sevilla, pero se le tuvo por cordobés ya que pasó en la ciudad los años de su juventud creadora
Tres lienzos del retablo del Carmen de Córdoba parten para la exposición sobre Valdés Leal en Sevilla
EL próximo 4 de mayo se celebrará el cuatrocientos aniversario del nacimiento del pintor Juan Valdés Leal , una de las cimas del barroco andaluz.
Llegará esa fecha en un año marcado por los tributos en las que fueron sus dos ciudades: Sevilla , donde nació y murió, y Córdoba , donde pasó parte de su juventud, donde se casó y donde creó algunas de sus obras fundamentales.
Sirve también el aniversario para seguir despojando al pintor de los rasgos negativos que le colocaron durante siglos diversos autores, una recuperación en la que fue fundamental la Real Academia de Córdoba en el siglo XIX, cuando todavía se creía de forma mayoritaria que era cordobés pues aún no había aparecido su partida de bautismo.
En un boletín de la Academia de 1931 se incluyeron dos discursos inéditos que estaban en el archivo de la institución y que procedían de dos personajes fundamentales de la Córdoba culta de las décadas precedentes, Rafael Romero Barros y Rafael Ramírez de Arellano .
El primero escribía en esas páginas que Valdés Leal era «uno de los brotes más lozanos del árbol de la escuela pictórica andaluza » y el segundo explicaba con claro enfado que «Valdés Leal es uno de esos hombres con quienes la humanidad ha sido injusta». Recordaba que siempre se le había considerado un artista secundario respecto al gran Bartolomé Esteban Murillo .
Los principales problemas que han envuelto siempre a la figura del pintor son una presunta soberbia y una inclinación malsana por lo necrológico . A menudo, a la hora de ensalzar a Murillo se ha optado por crear con Valdés Leal una especie de alter ego negativo, envidioso y oscuro, como ocurre en otros casos históricos como el de las recreaciones de la vida de los compositores Mozart y Salieri.
Los investigadores han refutado las acusaciones de hombre soberbio y de obsesinado con la muerte por ‘Las postrimerías’
Uno de los mayores estudiosos sobre Valdés Leal y su obra, el vallisoletano Enrique Valdivieso , niega sin embargo esos aspectos y explica que «la historiografía del arte ha sido totalmente injusta con Valdés Leal, y al mismo tiempo ha desfigurado su personalidad, caracterizándole como una persona iracunda y orgullosa como contrapunto al carácter de Murillo, al que se presenta como hombre bueno y humilde».
Sin embargo, Valdivieso recuerda que el pintor cordobés Antonio Palomino , que le conoció personalmente, dijo que «fue hombre de mediana estatura, grueso, pero bien hecho, redondo de semblante, ojos vivos y color trigueño claro [...] fue espléndido y generoso en socorrer con documentos a cualquiera que solicitaba su corrección [...] al paso que era altivo y sacudido con los presuntuosos y desvanecidos».
Leyenda negra
Pese a estas palabras, que son las únicas contemporáneas referidas a Valdés Leal, Valdivieso lamenta que «en torno a él se ha forjado una leyenda que le define como un necrófilo , obsesionado por la muerte y por todo lo repugnante y desagradable».
Estas falsas apreciaciones se deben según el especialista a que se le considera como el responsable de la ideología que emana de las pinturas de ‘Las Postrimerías’ de la iglesia del Hospital de la Santa Caridad de Sevilla , que, sin embargo, son fruto de las intenciones y del pensamiento de Miguel de Mañara , hermano mayor de dicha institución en el momento en que se ejecutaron dichas obras.
«Pero ello no ha librado a Valdés Leal de ser llamado ‘el pintor de los muertos’, y a él se han atribuido sistemáticamente de forma errónea todo tipo de pinturas con tema mortuorio realizadas en la pintura barroca española», explica Valdivieso.
Añade el historiador que «no fue la muerte la obsesión que agobió a Valdés Leal, sino las circunstancias de su vida , presidida siempre por los continuos problemas económicos que le acuciaban».
Ímpetu, fogosidad y expresion de los personajes son algunos de los rasgos que se destacan de la pintura de Valdés Leal
En cuanto a su biografía, otra de las disputas historiográficas que existió durante décadas fue su origen, ya que unos lo daban por cordobés y otros por sevillano ya que de ambas formas aparecía en diferentes documentos. La solución a este enigma la logró en el siglo XX un investigador cordobés, Enrique Romero de Torres , que en una de sus pesquisas encontró en Sevilla la partida bautismal de Valdés Leal.
Se supo al fin que el gran pintor había nacido allí y en el año 1622 y no 1630, como se creía hasta ese momento. También que su padre era un noble portugués, Fernando de Nisa , y su madre la sevillana Antonia de Valdés Leal. De sus orígenes en la pintura, poco se sabe, ni siquiera quién fue su maestro ni en qué taller aprendió, pero sí que muy joven, con unos 20 años de edad, se trasladó a Córdoba.
La ciudad cordobesa fue importante para él en lo personal, pues en ella se casó, y también en lo profesional, pues aquí firmó algunas de sus principales obras, como el maravilloso retablo de la iglesia del Carmen Calzado de Puerta Nueva.
Tras pasar en la ciudad unos 15 años, regresó a Sevilla para establecer allí su taller en 1656. Allí estaría trabajando hasta su muerte en 1690, pues los problemas económicos le obligaron a aceptar numerosos y complejos encargos , aunque están datados algunos viajes puntuales de regreso a Córdoba y también a Madrid, donde debió conocer las Colecciones Reales.
Sobre su pintura, el especialista Enrique Valdivieso explica en sus escritos sobre el artista que «no se conoce quién fue el maestro de Valdés Leal, y por lo tanto, no puede precisarse el espíritu artístico que presidió su formación».
Aún así matiza que «con quien más puntos de contacto tiene su pintura, al menos en sus inicios, es con Francisco de Herrera ‘El Viejo’, aunque también puede señalarse que, residiendo en Córdoba en torno a 1650, su pintura adquiriese referencias estilísticas procedentes de Antonio del Castillo ».
«Progresivamente y con el paso del tiempo, el dibujo de Valdés Leal, firme y preciso, y su colorido terroso y compacto se fueron aligerando, sobre todo después de su estancia en Madrid en 1664, donde recibió influencias procedentes de la pintura veneciana y flamenca , y también de la madrileña», añade.
De esta última etapa se constatan influencias de Claudio Coello o de Herrera ‘El Joven’. «La pintura de Valdés Leal posee desde su época de madurez un marcado sentido de ímpetu y de fogosidad y su arrebato creativo alcanza a veces a captar matices expresionistas en los gestos de sus personajes, tensos y crispados, con semblantes hoscos y anhelantes», concluye el historiador.
Considerado como un pintor con gran capacidad imaginativa y en cierto modo avanzado a su tiempo en esos aspectos, su obra sigue siendo 400 años después un referente de un periodo brillante de la pintura española y, superados equívocos y tergiversaciones , un nexo de unión entre Córdoba y Sevilla.
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