Apuntes al margen
Vacuna a los míos primero
Salud está resistiéndose, con razón, a las presiones políticas y corporativas para alterar la inmunización
SI se fijan, cada día aparecen en el periódico la exigencia de tal o cual político, de tal o cual dirigente profesional, de sindicatos varios sobre la preferencia de vacunación de un colectivo profesional concreto. El asunto es de esos que se llaman transversales porque todos, a su modo, han picado. Hasta el momento, con la negativa directa de Salud a saltarse un plan de inmunización desarrollado por el Gobierno central y las comunidades autónomas.
El alcalde de Córdoba, José María Bellido , ha pedido en varias ocasiones la inmunización preferente de la plantilla de Sadeco , la empresa municipal de limpieza y la que tiene también un mayor número de trabajadores. La Diputación de Córdoba lo ha hecho con profesionales de servicios sociales o ayuda a domicilio.
Desde la Junta de Andalucía , Ciudadanos ha intentado que tenga preferencia la plantilla de los centros de menores. Hostecor, la patronal de la hostelería, lo pidió para bares y restaurantes. Hasta el rector Gómez Villamandos llegó a reclamarlo para el personal docente y no docente de la Universidad de Córdoba tras la decisión de darle prioridad a los empleados de los distintos niveles de enseñanza, tanto pública como concertada, con la excepción de los que tienen entre 55 a 59 años de edad por las contradicciones de uso generadas en torno a la inoculación del fármaco desarrollado por AstraZeneca .
Como es conocido, el protocolo de vacunación, con sus luces y sus errores, se basó en primera instancia en proteger a ancianos de residencias y a quienes les cuidan. De forma paralela, se realizó la protección de los empleados sanitarios. En ambos casos, por motivos obvios.
Cumplidos esos objetivos con unos resultados evidentes (una reducción brutal del número de casos graves y muertes), se amplió a una serie de profesiones que se consideran de especial relevancia para el funcionamiento social, a los afectados por enfermedades concretas o a quienes están en situaciones específicas que aconsejaban la inmunización para evitar brotes masivos, como acaba de ocurrir en la prisión. De ahí en adelante, al resto de capas de la población pasarán por el ambulatorio en función de su edad y la disponibilidad de las vacunas aplicables a cada tramo de edad.
«Se entiende perfectamente la impaciencia de muchas personas. La epidemia se extiende ya por quince meses que han sido tremendamente duros para todos»
Se entiende perfectamente la impaciencia de muchas personas. La epidemia se extiende ya por quince meses que han sido tremendamente duros para todos. Como han dicho varios responsables públicos, no existe mejor política económica actualmente que inmunizar rápido. Antes o después, se contará con un número de vacunados tal que determinadas restricciones pasarán a mejor vida, al menos para los que ya han tenido la oportunidad de inocularse unas vacunas que han resultado seguras y efectivas.
Congraciarse con determinados sectores de voto, con elementos profesionales concretos, reclamando un tratamiento diferenciado en las políticas de vacunación, ya no me resulta tan comprensible ni tan legítimo. El proceso va a ser largo, condicionado por imponderables científicos y exige de un criterio socialmente aceptado que no se ponga en crisis a cada rato. Todos, llegado el caso, tendríamos una razón para ser vacunados antes. Lo que llevaría a un insolidario disparate.
Qué curioso, no sé si se han fijado, que nadie haya pedido que pasen primero el personal de supermercados, los transportistas de mercancías, los albañiles o los electricistas. Precisamente, los que mantuvieron funcionando el país en la etapa de mayores miedos e incertidumbres. Qué curioso.