Francisco Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
Urbanismo tremendista
El urbanismo en Córdoba ha hecho más caja, guiños y proselitismo electoral que ordenación del territorio
Cuando se empieza por reclasificar el suelo de una ciudad se termina por decirle a los vecinos dónde y cómo tienen que vivir. El Ayuntamiento de Córdoba se lanza a la cruzada del urbanismo ideológico en forma de repliegue y satanización de todo metro cuadrado urbanizable. Bueno, ya quisieran hacer un urbanismo ideológico, puesto que ello supondría tener una idea sólida y estructurada sobre la planificación de Córdoba en base a unos postulados políticos y antecedentes sobre los que técnicos y «poetas del compás» tendrían que afanarse. Como mucho hemos de aspirar al urbanismo tremendista, que es una especie de «salto de la rana» de El Cordobés sobre plano. La espectacularidad de los presuntos riesgos. Esta nueva singladura del «tripartito cogobernado» emana de su muestrario de investidura, convertido en recetario de la nueva política de pase y pose, sin fondo alguno, engastado en el mucho ruido y pocas nueces más escaso conocimiento en la materia, y que ya hemos constatado en el mandato con mociones variopintas y sectarismo con naftalina. Están en su derecho. Hay quien quiere travestir la ciudad sin saber aún cómo se organiza la Fiesta de los Patios.
El urbanismo en Córdoba ha ordenado menos de lo que debía. Su gestión ha hecho más caja y proselitismo electoral que planificación. Y no ha cesado de guiñarle el ojo a quienes tenían más piezas del puzzle. Amnesia de siglas. Bienaventurados los desmemoriados pues, porque de ellos será la ignorancia gobernante. No hay nada más capitalista y rancio que un ladrillo.
Izquierda Unida llegó a recaudar más de 100 millones de euros para sostener el Ayuntamiento con la subasta de aprovechamientos urbanísticos. Ladrillos en potencia, que diría Aristóteles. Pujas que elevaron los precios de la renta libre. Procórdoba, que en paz descanse, era el músculo que ejercitaba la pesada maquinaria municipal y cuadraba las cuentas. Todo ello gracias a un PGOU y un boom económico ahora demonizados. Ese Plan General de Doñarrosa y Mellado, de IU y PSOE, de la Junta, catalizó la mayor amnistía de indisciplina urbanística que haya podido existir, probablemente, en Andalucía. Más de diez millones de metros cuadrados de parcelaciones ilegales que cambiaban derechos por votos, servicios por fervor electoral e insinuaban otro negocio en ciernes. Consolidaban el modelo que hoy padecemos y desean solidificar. El mismo Plan General guardaba una lista de equipamientos, carreteras, dotaciones, parques..., sistemas generales o locales, en definitiva, que parecía la carta de los Reyes Magos en plena travesía del nuevo milenio. Háganselo ver, porque de aquella lista, poco quedó en papel celofán. El mismo documento urbanístico prometía también 9.000 viviendas de protección oficial públicas o de inspiración privada, y aún seguimos en el mismo debate de solución okupacional, minipiso, cooperativa patiera... o patada en la puerta.
Que el PGOU necesita unos arreglitos, sin duda. Que la realidad urbanística contiene desgastes, es obvio. Que hay barrios con más de 50 años como Ciudad Jardín, Fátima o Santa Rosa donde hay que idear planes integrales de rehabilitación y, sobre todo, reactivación; es urgente. Que debieran flexibilizarse algunas exigencias normativas; es algo muy recomendable, pese al integrismo de algunos urbanistas que manejan los expedientes... Que hay mucho suelo urbanizado sin desarrollarse, o programado; sí, ¿y qué? Retoques, no revisión generando una catarata de problemas y riesgos a medio plazo que frenarían cualquier indicio de recuperación de una ciudad con más de cuarenta mil parados. Diagnóstico, consenso y voluntad para hacer urbanismo hacia dentro sin ponerle vallas mentecatas a Córdoba.