ESTUDIO
Trotamundos y moderno, la otra cara de Pío Baroja
Una investigación de la UCO desvela a un escritor en desacuerdo con la orientación del progreso
Un hombre sentado, cabizbajo, abrigando habitualmente sus piernas con una manta, una boina en su cabeza y cuyas salidas se limitaban a largos paseos por el Retiro. Esta es la imagen que se tiene en la retina del escritor Pío Baroja (1872-1956) heredada de las aulas de Bachillerato, cuando tocaba estudiar su vida y obra. Nada más lejos de la realidad. Baroja era un hombre extrovertido, un trotamundos que recorrió toda Europa y al que le gustaba relacionarse con toda clase de gente, independientemente de su condición social.
¿Se ha vendido una imagen equivocada de este escritor? Pues, parece que sí, según se desprende del estudio de la investigadora de la Universidad de Córdoba Eva Orts , quien profundiza en la modernidad singular de este autor en su representación de la ciudad, a través del análisis de la relación entre los personajes y el espacio urbano de Madrid, Córdoba, París, Londres y Roma, en cinco novelas: «La busca» (1904), «La feria de los discretos» (1905), «Los últimos románticos» (1906), «La ciudad de la niebla» (1909) y «César o nada» (1910).
En esta investigación, distinguida recientemente con el Premio Internacional «Academia de Hispanismo» , Orts descubre que aunque Baroja se nutre y continúa el legado de escritores del siglo XIX, en sus novelas aparecen elementos fundamentales de la experiencia de la modernidad, como la vinculación de sus viajes con su obra.
Adelantado a su tiempo
Igualmente, llama la atención que la primera protagonista femenina en una novela de Baroja sea una pionera del feminismo . En «La ciudad de la Niebla» (1909) describe a una mujer española que lucha por vivir sola e independiente en el Londres de principios del siglo XX, cuando curiosamente faltaban algunos años para que apareciese Virginia Woolf con su obra «Una habitación propia» (1929).
Según la tesis de Orts, en la obra de Baroja se deja ver a un autor indignado que no entiende que se ignore el sufrimiento de las clases bajas y se maltrate a los niños , observación esta última, más que evidente en sus referencias a la ciudad de Londres. En este estudio se desvela como Baroja supo advertir la deshumanización que supuso la vida urbana.
Asimismo, Baroja fue testigo y, así lo dejó escrito en su legado literario, del proceso de transformación urbanística iniciado en París y continuado en otras ciudades europeas como Londres y Roma. El autor «observa con melancolía cómo se tiran abajo casas para abrir grandes avenidas o edificar algo nuevo», explica Orts.