José Javier Amoros - PASAR EL RATO

Triste y sola

Vendrán los expertos y pondrán en los oídos de la alcaldesa música de violines, y tras cobrar por agradar, se irán

La alcaldesa está triste. ¿Qué tendrá la alcaldesa? Dediqué a la alcaldesa de Córdoba, hace algo más de un año, una sentida «Sonatina» , a imitación de Rubén Darío , porque el partido la puso a repartir folletos en la campaña electoral y no a pronunciar discursos. Pues hoy, con más motivo. Contagiada de la tristeza del obispo de Canarias, escribe en su cuenta de Twitter: «El día más triste es el que Francisco Cases fue ordenado sacerdote y después el que ascendió a obispo de Canarias ». Con un poco más de espacio, hubiera podido terminar en verso, que da nivel al dolor, a la manera de Miguel Hernández : «Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el prelado». Lo que uno sabe de Twitter, que es poco y le interesa muy poco, lo sabe por los periódicos de papel. Uno es un caballero antiguo y no hurga donde no debe. Mientras haya literatura de papel, uno leerá en papel. Cuando no haya literatura de papel, uno se irá disciplinadamente al tanatorio. Y se quedarán los pájaros cantando en las redes sociales, de las que es imposible salir. Pero hablábamos de la alcaldesa de Córdoba , que está menos desgastada que uno. Larga vida.

El obispo depresivo al que se refiere la primera dama había manifestado su pesar porque un experto en estupidez, aprovechando el carnaval de Las Palmas , se burló de Cristo y de la Virgen. Ese fue «el día más triste de mi estancia en Canarias». La «frivolidad blasfema», como la califica monseñor, es frecuente entre quienes padecen meteorismo neuronal, una enfermedad sin remedio conocido. Recordemos una vez más la regla de Voltaire sobre el éxito: «Para triunfar no basta con ser imbécil, hacen falta buenos modales». La gloria de la reinona canaria será efímera, porque cumple el primer requisito, pero le falta el segundo. Estas cosas molestan, sí, incluso hieren los sentimientos religiosos, pero no hay que exagerar con la tristeza, porque el número de necios es infinito, mas sus obras tienen poco recorrido. Sus cerebros son aire y van al aire. La reinona pertenece al tipo de chocarrero, de bufón patarra que, en las grandes conmociones, recita instintivamente el padrenuestro con voz temblorosa. No es ahí ni en los pulidos senos antieclesiales de Rita Maestre donde está el peligro para la religión católica. A gente así, Nietzsche no le hubiera dedicado ni el más modesto de sus desprecios.

El texto de doña Isabel Ambrosio no carece por completo de mérito literario, y satisfará a los consumidores de greguerías de supermercado. Pero le falta reflexión, se nota que la autora se ha limitado a aprovechar el impulso sentimental del obispo criticado, que tampoco se parece a Shakespeare en sus quejas. Ni siquiera al profeta Jeremías, que sería más propio. Lo importante es que la alcaldesa de Córdoba no continúe por la veredita alegre de la comodidad intelectual. Y a eso parece que vamos, si acaba llenando la ciudad de expertos mundiales en titularidad pública de la Mezquita, como pretende. En política se conoce como experto al profesional que cobra por dar la razón a quien solicita sus servicios. Cuanto más experto es el experto, más larga es la minuta y más corto es el informe. La ventaja del sistema es que los honorarios los paga el pueblo, que no había pedido nada. Vendrán los expertos y pondrán en los oídos de la alcaldesa música de violines y de campanillas de trineo. Y después de cobrar por agradar, los expertos se irán. Y ella volverá a quedarse sola. Triste ya estaba.

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