Pasar el rato

La triste verdad

Los poderosos excitan cada día la cólera de los débiles, y sólo nos queda seguir despreciándolos

La tesis doctoral del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez ABC
José Javier Amorós

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Hay que reformar la Constitución para ajustarla a los hechos. Hechos son lo que sucede verdaderamente y no lo que nos gustaría que sucediera. Que la soberanía no reside hoy en el pueblo español es lo cierto. Que la soberanía reside hoy en el pueblo español es lo bello. En estos tiempos, la belleza no coincide con la naturaleza. Está únicamente en el arte. El arte menor de la política. La triste verdad es que no contamos para nada, el poder nos ignora, somos siervos con aire acondicionado y música ambiental. No hay, hoy, más que una reforma constitucional adecuada a la realidad. Sería breve, apenas un par de líneas. Y después de ellas, sobra todo lo demás. Donde la vieja dama dice que «la soberanía nacional reside en el pueblo español», debería decir que la soberanía consiste exclusivamente en el ejercicio del poder, y cada gobierno y cada tribunal son la ley y la justicia. El pueblo es un amontonamiento biológico de personas sin responsabilidad, que no saben lo que les conviene. Puede servir para hacer encuestas. El poder soberano dirá en cada momento lo que es bueno para el pueblo. Una norma fundamental de artículo único garantizará la felicidad del pueblo en este mundo, para lo que no han de faltarle hamburguesas y telesánchez . El otro mundo quedará suprimido por el propio texto legal.

El poder es soberano e ilimitado por su misma naturaleza, y la soberanía está en ocupar el poder y usarlo sin medida. Durante cuarenta años se ha hecho creer a los españoles que ellos son el origen y el límite del poder. Ha sido cierto algunos días. Abusar de esa idea ridícula lleva al pueblo a la melancolía, y desemboca en tonterías como la crítica al informe sobre la Mezquita-Catedral o a la tesis doctoral de Pedro Sánchez . Sánchez plagió su tesis, y mintió para adornar el plagio , porque podía hacerlo. La alcaldesa de Córdoba encargó un informe trivial y complaciente porque podía hacerlo también. Es el poder, estúpido pueblo de despedidas de soltero.

Llega el otoño y en Córdoba se cambia el nombre de las calles , caen los rótulos a los pies del pueblo como las hojas muertas de su inutilidad política. ¿En qué otro asunto podría ocuparse el poder con más dignidad? ¿En el paro, en la pobreza, en el analfabetismo, en las putas tristes sin sindicar? Nos había costado mucho esfuerzo hacernos a las cosas por el nombre, si es que el nombre hace a la cosa. Ahora nos cambian el nombre, y con él, nos cambian la cosa. Sin preguntar. A la Mezquita-Catedral, que procuraba no molestar a nadie, le están llenando la hermosa cabeza de cuentos políticos. A uno le parece que donde esté Mayor Zaragoza puede haber ambición, vanidad, conveniencia propia, pero no interés por la verdad. Es el tipo de comisionado que resulta útil a cualquier poder, teniendo en cuenta que tampoco el poder es amigo de la verdad, ese estorbo. Para formar en Córdoba una Comisión que hable con seriedad de la Mezquita-Catedral y sus circunstancias, bastaría con dos cerebros: Manuel Nieto Cumplido , un hombre que lo sabe todo sobre la historia del monumento, y José Manuel González Porras , un hombre que lo sabe todo sobre el Derecho Civil , o sea, sobre el Derecho. El único inconveniente es que no se les pueden imponer las conclusiones.

Los poderosos excitan cada día la cólera de los débiles, y sólo nos queda seguir despreciándolos. Es tiempo de acampadas, no de revoluciones. Hasta esa ilusión nos han quitado.

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