EL NORTE DEL SUR

La trinchera

El veneno de la política sigue a lo suyo, no vaya a ser que nos pongamos de acuerdo en algo, aunque sea en sobrevivir

Tres vecinos de Almodóvar durante el confinamiento perimetral de la localidad Valerio Merino
Rafael Aguilar

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Lo decía el hombre entre iracundo y resignado a los pies del castillo de Almodóvar , el otro día y cuando aún regía el confinamiento perimetral : «Esto es una vergüenza nacional. No sé qué les vamos a contar a nuestros hijos». En los periódicos de la mañana estaban frescos los datos aterradores del día -por qué nadie apenas insiste una y otra vez en que una parte no desdeñable del alza oficial de los contagios se explica en gran medida por la generalización de las pruebas PCR - y el pueblo de la Vega del Guadalquivir se adentraba en el mediodía esclerótico, resignado, rendido prematuramente ante el asedio de la enfermedad . La radio escupía el veneno del reproche de las declaraciones de los políticos y las redes sociales cavaban desde hacía horas -cuánto madruga el odio- las trincheras entre el bando de los buenos y de los malos: a un lado los que muestran las dudas razonables sobre cómo están reaccionando ante el desafío imprevisto y al otro los que siempre supieron cómo había que hacer las cosas. Y en medio de las barricadas, ese vecino con su bicicleta que venía de Posadas, a la sombra de un árbol bajo la fortaleza de «Juego de Tronos»: «No sé yo cuándo volverá la vida a su cauce. No ve usted que tenemos todo patas arriba», se lamentaba el ciclista cincuentón. Suena la campana de un colegio cercano para avisar a los niños de que la hora del recreo ha terminado y el deportista doméstico mira hacia el patio con un gesto descreído, como si quiera convencerse sin conseguirlo de que la paz de la rutina ha vencido al sobresalto diario y a la inconsciencia de la gente, o de mucha gente. «Aquí lo que nos ha pasado es que ha habido mucho descerebrado, mucho ignorante», se quejaba airado al rato otro vecino en la calle Federico García Lorca, ya en el casco urbano de Almodóvar : iba con cuatro personas más y llevaba la mascarilla en la mano izquierda, en la derecha un pitillo que consumía tranquilamente a dos palmos de sus acompañantes.

Aquí hay quien sigue sin enterarse de qué va la historia, aunque la Guardia Civil le pida los papeles en la glorieta del acceso al pueblo o el Ayuntamiento suspenda las fiestas patronales : la cosa va de que te metan en la UVI, de que te quedes sin trabajo, de que pongas en riesgo la vida de tus abuelos o la tuya propia, de que te intuben. «Sigo teniendo precaución: no voy a restaurantes y con mis padres he estado solo en tres ocasiones desde el mes de agosto», declaraba un médico de Cuidados Intensivos del Hospital Puerta de Hierro de Madrid en el reportaje que publicó ayer este periódico. «El turismo de Córdoba, que perdió ciento cincuenta millones en el primer trimestre de este año, no se va a recuperar al menos hasta finales de 2021», se lamentaba la pasada semana también en estas páginas el geógrafo de la Universidad de Córdoba (UCO) Manuel Rivera.

Y mientras, ellos a lo suyo, con el pico y la pala dándoles profundidad a las trincheras. No vaya a ser que alguna vez nos pongamos de acuerdo en algo. Aunque sea en sobrevivir.

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