Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
Trescientas madres
El sectarismo no va a escenas voluntaristas de caridad sino que lucha por la justicia social desde la profesionalidad
El espíritu dogmático y sectario es una de las peores lacras de la izquierda actual -la derecha tiene las suyas, obviamente-. La falta de escrúpulos para macerar y conjugar su apología frente al sentido común es verdaderamente admirable. Es un tic tan adoptado que parece innato y se convierte en el principal obstáculo del acuerdo , del consenso o el simple entendimiento..., términos tan manoseados hoy hasta su prostitución. La nueva política que practica cierta vieja política que ya estudiamos en los manuales. No hay que subir al esperpento y vodevil del nuevo Gobierno de España y sus figurantes figurados, cualquier nivel rezuma esa especie de odio visceral por lo categorizado con antelación como opuesto, maligno o diferente. Como quien se enfrenta a un virus letal que acecha en su puerta. Incumple las más básicas nociones del sentido democrático y el problema es que su calado es cada vez mayor en quienes tienen que gestionar nuestros intereses o anhelos.
El Baratillo de Adevida que hoy se clausura en la plaza de toros de Los Califas sufrió en su inauguración un imperdonable e injustificable vacío y veto de los representantes del gobierno municipal de Córdoba que componen PSOE e IU y por momentos también la marca blanca de Podemos. Probablemente haya sido la primera vez en sus 25 años de historia que ningún alcalde o concejal con responsabilidad de gobierno de la ciudad se acerca para acompañar a las voluntarias de esta oenegé que sólo han cometido la osadía y el «delito» de ayudar a madres que sin recursos apuestan por la vida de sus hijos y un futuro que labrarse desde las catacumbas de la soledad y las angustias, y a las que echan una y dos y las manos que hagan falta por salir adelante. No puede haber mayor alegato progresista que defender de una tacada la vida, la mujer y su desarrollo individual y el de su descendencia por la igualdad y la solidaridad.
La alcaldesa de Córdoba, María Isabel Ambrosio, ha decidido ejercer una especie de ministerio político de lugares vetados y comunes que se entrelazan. Despliega su rol de primera autoridad cordobesa en los espacios que le proporcionan confort, en las agendas con sifón y palmeros que no dicen nada o en aquellos eventos que sedimentan un discurso y puesta en escena de política aprendida en la maquinaria de la Junta y que evita todo contacto con el que previamente se ha fijado como enemigo . A la par, rehúye toda «zona de conflicto» tanto por inseguridad y desprecio como por ejercicio castrense de trinchera cerrando espacios a los que como alcaldesa de todos los cordobeses está obligada a acudir, estar, escuchar e incluso llevarse la crítica puesta si hace falta. Va en la retribución económica que pagamos todos los cordobeses, los buenos... y los menos buenos, claro.
Después de haber cortado de raíz la ayuda que el Ayuntamiento prestaba a Adevida , golpe bajo que ha causado un contratiempo importante a esta oenegé -nimio al lado de la estela de apoyo que ha recibido en estas fechas-, tocaba cumplir el guión y no asomarse al callejón de Los Califas -encima, otra asignatura pendiente, los toros- para estar al lado de estas mujeres a las que la izquierda rocía de tópicos rancios y simplistas ejerciendo esa potestad moral y dogmática que dota de superioridad sus actos .
Lo de menos es la subvención o la foto inaugural. Hasta de lo de menos es la miopía con la que se piensa la política y el resentimiento con el que se ejerce. Lo de más es que tras Adevida hay 300 madres cordobesas a las que cada día se les proporcionan víveres, ropas, biberones, pañales y un teléfono donde tal vez encontrar un empleo, o una simple conversación de mujer a mujer. Lo cortés no quita lo valiente y más si se trata de conciudadanas y madres con las que huelga decir que podemos empatizar y ponernos en su lugar. Hay vacíos y detalles que ni mil discursos repletos de hipocresía pueden enmendar. El sectarismo no va a escenas voluntaristas de caridad , sino que «lucha» desde la «profesionalidad» por la «justicia social» .