José Javier Amorós - Pasar el rato
Tres grandes de España
Obama quiso verse con Sánchez, Iglesias y Rivera para saber la visión del mundo de los próceres
Obama vino a Madrid con el propósito único y obstinado de cambiar impresiones con Sánchez , Iglesias y Rivera . Preparó el viaje por la necesidad de conocer sus puntos de vista sobre la marcha del mundo . La reunión de la OTAN en Varsovia no le había aclarado nada. Y dijo a sus asesores: —Preguntad a esos próceres españoles si pueden recibirme; si no, cancelad el vuelo. Pronto dejaré la presidencia de los Estados Unidos, y he advertido que a mi currículo le falta un dato esencial, un mérito que lo elevará por encima del de mis predecesores. Como sea, tengo que conseguir que esas lumbreras de la política universal me regalen unos minutos de su tiempo. Quiero una foto con ellos. Una película, si es posible. Me han dicho que están muy ocupados, y eso me inquieta. Que apenas descansan, día y noche reflexionando y actuando sobre el bien común. Afortunada España , que ha nacido a la democracia siendo ellos líderes. No importa si son sólo unos minutos, conseguid que me concedan una entrevista.
—No será fácil, señor presidente, no será fácil. Su tendencia natural es al no, y en los casos más favorables, se abstienen . Rajoy sí tiene la agenda libre para usted. También el Rey . Y los muchachos de la base de Torrejón de Ardoz. ¿No le parece suficiente? —¿Qué tontería es esa? El hombre más poderoso de la tierra empezaba a irritarse. ¿A quién le interesan personajes secundarios, si puedo tener a los protagonistas? Desde que ellos están en la política, España es otra. Lo sabe cualquiera. Ellos, tienen que ser ellos. A cambio, estoy dispuesto también a sonreír un rato a los subalternos.
Diplomáticos y mediadores se desparramaron por Madrid. Sin esperanza.
Después de mucha insistencia, Rivera contestó: —Dígale al presidente que si es por la mañana, depende; y si es por la tarde, veremos. Pero que no me ofrezca sillones. No lo soporto. Yo llevo mi propia silla a las reuniones.
Sánchez, pétreo, dijo a su interlocutor: —No, nunca, de ningún modo, jamás. ¿Qué parte del no no entiende el señor Obama? El diplomático se quedó impresionado por la finura de ingenio de un hombre que ha hecho historia en España.
Iglesias, el esmerado cursi retroactivo de la política patria, puso objeciones militares, como buen pacifista: —¿Combatieron los antepasados de su presidente en la Brigada Lincoln , camarada?
Por fin, y después de reunirse los tres para deliberar, aceptaron recibir a Obama. Fue todo tan precipitado, que a Iglesias no le dio tiempo ni de ponerse la chaqueta. Llegaron a la base de Torrejón y se encerraron durante una hora en una sala, para hacerle esperar. Le concedieron tres minutos cada uno. Lo suficiente para que Obama se llevase resuelta la cuestión racial y la cuestión económica.
Iglesias, siempre magnánimo, no quiso exigirle que suprimiera en ese mismo momento la base militar que los acogía; prefirió dejar que se encargue de eso Ada Colau , que pronto visitará Washington. Para humillar a Obama, que sólo lee a Cicerón, le regaló un libro sobre la «Brigada Lincoln», un tema de tanta actualidad política y cultural en USA. Y aunque el ilustre intelectual de la Complutense no es el autor, tuvo la sublime catetez de dedicárselo al presidente. ¡Qué gran hortera ha perdido el gobierno de España!, pensó Obama, después de leer la dedicatoria. Pero no se lo dijo. Está educado en Harvard.