Pretérito imperfecto

El trato andaluz

El partido-sistema vuelve a someterse a la bendición popular. El credo borgiano de la buena tradición de que nada cambie

La presidenta de Andalucía en el anuncio de las próximas elecciones autonómicas EFE
Francisco Poyato

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La hegemonía del partido-sistema vuelve a someterse a la bendición popular . Sus largos tentáculos reumáticos soportan la vigencia de un credo borgiano: la buena tradición de que nada cambie . Esa paradoja tan andaluza del estoico conservador y el epicúreo presentista como dos caras de la misma moneda. La del cofrade socialista. La otra religiosidad popular. Ese callejón secreto que comunica a ambos y dispares perfiles. El trato tácito y nunca firmado entre una Andalucía temerosa al cambio , ufana del horizonte real, y un partido-sistema, adán del inmovilismo por el miedo. El pacto que se renueva cada cuatro años conocedor de sus defectos y sus virtudes. De sus límites y sus rentas. De sus chantajes y engaños como trueque . La democracia discapacitada. El pueblo que admite las trampas o el hedor de su pirámide gobernante a cambio de que ésta refuerce el andamiaje de su inquebrantable conformismo y no husmee en las cloacas de sus propias casas. Aquellas que, precisamente, abrieron sus puertas de par en par y salieron a las calles ochenteras por la libertad autonómica, hoy aplastada por el peso de un mastodóntico edificio oficial llamado Junta de Andalucía en el que todos cabemos y que ni hace ni deja hacer. Se retroalimenta de su parasitosis . Ni Cataluña ni Convergencia, ese otro partido-sistema vitalicio, han podido superar este idilio antropológico entre la parte y el todo del «paraíso» sureño. En el instante en que las bases de ese otro pacto tácito entre la burguesía catalana y la mafiosa red convergente rompieron sus pilares fundamentales de entendimiento por ínfulas míticas y mentirosas de independencia y radicalidad, la sociedad catalana y su benefactora quietud saltaron por los aires arrastrando consigo las reglas de la convivencia prestamista pero eficiente. Sea por ello que el andaluz «cabal» entienda la estabilidad y la pertenencia como esa mejor fórmula de no alterar el estado ni la naturaleza de las cosas, por si lo que ha de venir por una esquina enturbia la manera de vivir sobreviviendo que impera.

El partido-sistema vuelve a someterse a referéndum . Como decía Alfonso Guerra : «Aquí quien gana no es el candidato, sino el anagrama». Llámense Susana, José Antonio, Manolo, Pepote o Rafael... El anagrama, ese salvoconducto del ecosistema que a la hora de la verdad examina nuestras conciencias como el paternalista tirano que tutoriza nuestros anhelos y secuestra nuestra ilusiones . El usurero que no perdona ni una cuenta pendiente. «¿Qué será de ti sin nosotros...?», susurra al oído el día del juicio final.

El nivel de podredumbre moral no halla fronteras ya en esta tierra de María Santísima. Dilapidadas ingentes cantidades de fondos de manera ineficiente. Exiliado el talento por goteo. Mancillado el pensamiento dispar por la ideología única y la doctrina educativa. Adulterada la ética del parado , el paisanaje urbano invariable: ya sea porque su dinero se «muerde», se blanquea, se comisiona o se prostituye en la barra de la sinuosa luz de neón. Hastiado el discordante y ascendido el palmero . Embaucada la profesión liberal por el melifluo prestigio de cartón..., el partido-sistema avanza como esa mancha densa de aceite de oliva virgen extra que empapa con delicadeza y sabiduría a la vez que deja huella imborrable .

Que ya lo dejó escrito don Luis de Góngora : «Ande yo caliente / Y ríase la gente . / Traten otros del gobierno. /Del mundo y de las monarquías, /mientras gobiernan mis días / mantequillas y pan tierno, / y las mañanas de invierno, / naranjada y aguardiente. /Y ríase la gente».

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