Rafael Ruiz - Crónicas de Pegoland
Tradiciones populares
Mala idea convertir en política cada verbena, cada pinchito que se come
UNA de las tradiciones cordobesas por antonomasia es que la política se cuele por las rendijas de las puertas y por los quicios de las ventanas. Hasta inmiscuirse en los asuntos privados. La cosa viene, me temo, por la funesta manía de los despachos de considerar que hasta el último de los grupos humanos —que aquí llamamos tan pomposamente «colectivos»— puede ser teledirigido como si fuese una terminal. De esa forma, se encuentra uno con asociaciones de vecinos o de consumidores próximos a cual o a tal. Y de esa manera, también, hallamos fiestas de izquierda o de derechas. De centro Brillante, que dice con gracia el gran Marcelino Ferrero , o de la cosa nueva de rollo antisistema. No hay forma, parece, de que los grupos humanos sean eso, humanos. Plurales y diversos. Como casi todo en esta vida.
La Velá es simbólica, al parecer. De un tiempo a esta parte, todo lo que se hace en la fiesta de la Fuensanta tiene una resonacia extrema, muy por encima de la importancia sociológica de la verbena. La razón estriba, al parecer, en que supone un ideograma de lo que se estila en Capitulares . Se parte de la base de que es de organización vecinal aunque la financiación proceda, a todos los efectos, de los impuestos locales. Este año, las asociaciones de la zona han mandado a freír espárragos al Ayuntamiento del coaligado gobierno porque, dicen, no los quiere como se quiere de verdad. Y desde hace años se encuentra la cosa cofrade que acaba poniendo de los nervios a gente. Como si todo tuviese que acabar impregnado de ese rollo de partido, de ese temita político que es la creación de una sociedad a imagen y semejanza de quien está para otra cosa.
Para garantizar la izquierda-izquierda de la fiesta, este año en Capitulares —o vaya usted a saber quién— han elegido como pregonero al activista y profesor de la Universidad de Córdoba, Antonio Manuel Rodríguez . Dónde va a parar que la determinación se encuentra muy por encima de otras designaciones. Pregonero fue Gaspar Zarrías, aunque igual ustedes no se acuerdan de aquéllo. Y hasta Magdalena Álvarez, para disgusto de Rosa Aguilar. Dejen que les cuente un secretillo: en los viejos tiempos, IU estaba hasta el gorro de pagarle la fiesta a asociaciones de vecinos controladas, y de qué forma, por el PSOE.
El problema es que la Velá es una fiesta, una verbena popular. Un elemento ciudadano, de relación social, de confraternidad. Donde quien quiere rezar, reza , y quien quiere cantar, canta . El que le da a los huevos, come huevos, y quien opta por las papas, pues papas. Por eso, es funesta la manía de convertir en ideología cada paso que se da, cada farolillo que se pone. Es mala idea lo haga Agamenón o su porquero. Y fíjense que tampoco es tan difícil. Basta con considerar a la gente como ciudadanos listos en vez de como sujetos a los que hay que convencer de no se sabe muy bien qué mientras se comen un pinchito.