José Javier Amorós - PASAR EL RATO
Tontos del calendario
Una universidad edita un almanaque feminista donde todos los meses acaban en a: enera, febrera, marza...
La noticia que hoy se glosa la publicó este periódico hace diez días. Produjo en mí tan fuerte impresión, que no fui capaz de dedicarle el artículo de la semana pasada. Para recuperar la estabilidad emocional , tuve que recurrir al cambio de pensamiento y escribir de otra cosa. Pero esa información me ha perseguido, me ha obsesionado, hasta que hoy decido liberarme. Para cualquier medio de comunicación, una noticia con diez días de antigüedad es un resto arqueológico. La noticia tiene una edad, sí, pero no está rancia. Porque trata de un asunto intemporal: la estupidez humana . Los tontos ejercen un efecto alucinante sobre la sociedad, por lo menos, sobre uno; fascinan como la mirada de la serpiente del Paraíso. Dijo Oscar Wilde que el mejor remedio contra una tentación es caer en ella. Me comeré la manzana. Con mucha precaución, porque se trata de un artículo sobre tontos con doctorado. No es como hacer la crítica de la charla de Puigdemont en Bruselas , que apenas da para un aprobado de despacho independentista.
Si todos los columnistas de este periódico escribieran un artículo diario sobre los tontos durante los próximos cien años, no lograrían homenajear ni al uno por ciento del escalafón. La comparación de los necios con el número de botellines resulta una imagen pobre, insuficiente, descolorida. Tampoco sirven como referencia los granos de arena del desierto y las gotas de agua del mar. Que cada día hay más tontos, eso es lo que queremos decir . Gente que no sabe quedarse quieta en su casa, leyendo, como hacía Pascal. Y se lanza a los caminos con el cacillo limosnero de la publicidad, por si logra unos centimillos que gastarse en amor propio.
En la Universidad de Granada hay una Unidad de Igualdad, la Unidad de Igualdad de la Universidad, que parece el principio de un ripio. ¡Qué nivel, Maribel! Esa Unidad ha editado un calendario feminista para 2017 , en el que todos los meses terminan en a: enera, febrera, marza, abrila, y por ahí seguido, hasta la treinta y una de diciembra. Que es cuando llegan las uvas, una de las pocas satisfacciones feministas del año, junto con la Semana Santa de Córdoba y la Feria de Abril de Sevilla . Las grandes hazañas se valen de medios pequeños. Una a colocada al final de cada palabra, y el mundo cambiará para bien. Los autores pretenden con su invento que todos seamos iguales, mes a mes, y que los machos violentos se sosieguen mirando fijamente a la primera letra del abecedario. El que parece ser el cerebro del cambio, el profesor Miguel Lorente , director del área feminista, nada menos, y ex-pequeño cargo político bajo la sonrisa simplona de Rodríguez Zapatero, nada más, viene a decir que los meses carecen de significado por culpa del machismo. Y los días. Y los años. Parece Hillary Clinton lamentándose por el resultado electoral. El resto de sus declaraciones se entiende todavía menos, y por eso las omitimos. Debe de tratarse de un intelectual importante, pues habla oscuro. La pertenencia a la Universidad no garantiza la sabiduría . El alma mater se limita a multiplicar las cualidades que recibe, de modo que algo hay que llevar de casa. En la Universidad, el contacto con los libros hace más tontos a los tontos. Es lo que se conoce como fatiga de materiales.
La palabra que mejor resume tanta sensibilidad lingüística igualitaria , porque abarca por igual a los tres géneros y a los cinco sexos, es esta perla académica: gilipollas .