José Javier Amorós - PASAR EL RATO
Tonto del referéndum
Europa es hoy una comunidad de 27 almas nacionales distintas y un solo pensamiento: David Cameron es tonto
Un grito recorre Europa: David Cameron, el primer ministro británico, es tonto . Lo cantan los niños en los colegios, lo vocean los ejecutivos en la Bolsa, se lo chillan al jefe Picardo los monos de Gibraltar, dispuestos a abandonar el Peñón y nacionalizarse españoles, para que los operen gratuitamente de la próstata. Patria o bolsa, como Puigdemont. Europa es hoy una comunidad de veintisiete almas nacionales distintas y un solo pensamiento: David Cameron es tonto. La vergüenza de Oxford. Para encontrar en la Unión Europea un caso parecido hay que remontarse a Rodríguez Zapatero, el mejor gobernante de la historia de España, según el discípulo predilecto de Kant.
Los tontos le fascinan a uno como la mirada de un ofidio . Quizá porque uno mismo se reconoce en esta categoría sentimental, aunque dentro de la especie de tontos comunes o no dañinos. En el pasado dedicó uno mucho tiempo a estudiar a los tontos estacionales. Cada estación del año da su propio tonto, como da su fruta característica. Y eso hizo que fuera descuidando una línea fundamental de investigación, que es la tontedad en la política y en la cultura, donde Dios no ha puesto límites. En política, ser tonto ayuda a triunfar , siempre que se cumplan a la vez otros requisitos básicos: ser obediente, leer poco, o mejor aún, entender poco lo que se lee, y sonreír sin motivo, como si en política hubiera motivo para sonreír. Este de la sonrisa es el requisito que más irrita a los sabios, pero los sabios no influyen en el resultado de una votación.
El primer ministro que ha dicho que se va, pero se queda hasta octubre , tiemble el Imperio durante estos cuatro meses , es el tonto del referéndum. Gobernar no es, para él, decidir y equivocarse, sino consultar. Si por él fuera, sometería diariamente al voto popular todos sus proyectos. Ya le están pidiendo la repetición del referéndum, para confirmar o rectificar el anterior, es el referéndum de nunca acabar. Si a este hombre no lo echan las fuerzas del orden, el Reino Unido no hará otra cosa más que votar de aquí al otoño. Los ingleses no tendrán tiempo para comer, para trabajar, para la ginebra o para el cine porno. Enloquecerán. Nunca nos han tenido aprecio, pero eso no es motivo para que les deseemos un destino tan cruel. La obsesión compulsiva por el referéndum es la neurosis de la democracia.
El Reino Unido se va de Europa, pero se queda en Europa . Y si no, al tiempo. Se quedará en las ventajas y las comodidades del mercado y del dinero, que, por el momento, es la única patria común a todos los hombres. Para entonces habrá dejado de ser el Reino Unido, y Escocia e Irlanda del Norte se habrán independizado, para irse a otra Unión. ¿Cómo es posible que un tonto pueda ocasionar, él solo, tantos desastres? Porque es un tonto especializado, no común; porque ha dedicado su vida a prepararse para fastidiar al prójimo; porque no tuvo el valor y la decencia de quedarse en su casa leyendo, y se dedicó a la política. Por eso.
Si como consecuencia del portazo, Europa se asusta, se ablanda, llora, suplica y cede, entonces es preferible que nos constituyamos en los Estados Unidos de la Gran Bretaña, todos los europeos bajo la bandera de la Unión Jack, y con el Ministro Principal de Gibraltar gobernando también en España. Una cosoberanía a la inglesa.