Depende...

El tono

Criticar un proyecto de ley mediocre como éste es una obligación, lo hayan perpetrado unos caballeros o, como en este caso, unas señoras

La ministra de Igualdad, Irene Montero Ricardo Rubio / EP
Rafael Díaz Vieito

Rafael Díaz Vieito

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Es complicado simpatizar con la portavoz del PP en el Congreso. Sus viejas críticas a Mariano Rajoy o las más recientes al PP vasco o a Feijoo no ayudan. Su imagen es más bien antipática y habla con tal suficiencia que parece estar perdonando la vida a su interlocutor mientras exhibe una superioridad intelectual de la que está firmemente convencida.

La empatía no es uno de sus dones, pero es valiente, su nivel está muy por encima de la media de los políticos españoles y sus reflexiones sobre el feminismo han sido lúcidas y valiosas, no sólo por venir de una mujer, sino por apartarse de simplezas y no dejarse intimidar por la dictadura de lo políticamente correcto. Ocurre, sin embargo, que en política el qué se dice es igual de relevante que el cómo se dice. La inteligencia con que denunció la colectivización y la victimización de la mujer , desmontando lugares comunes, fue seguramente ineficaz por el momento elegido y por el tono empleado.

¿Quedan restos de machismo? Sin duda, y es preciso combatirlos. ¿Existe un problema estructural llamado violencia de género ? Por supuesto, digan lo que digan algunos con evidente irresponsabilidad, y hay que atacarlo con todas las energías disponibles para evitar crímenes tan horrendos como el ocurrido en Posadas hace unos días. Pero, ¿hay una receta única y mágica para ese combate? Evidentemente no.

Es indudable que las mujeres no son un bloque monolítico y que no todas piensan lo mismo. La colectivización y la victimización sirven como eficaz estilete dialéctico y para amparar chapuzas como la futura ley de libertad sexual , pero no se compadecen bien con la verdad.

Ignoro los méritos de Irene Montero para ser ministra, como tampoco los conozco de varios de sus compañeros varones de gabinete o de otros de gabinetes anteriores de distinto signo. Pero está claro que sabe defenderse sola y que la furibunda reacción de Iglesias y Echenique defendiéndola con tono matonil y calificando de machotes a quienes desde su mismo gobierno habían osado criticar un anteproyecto de ley plagado de errores e incoherencias es un acto de machismo mayúsculo que la deja en mal lugar; criticar un proyecto de ley mediocre como éste es una obligación, con independencia de si lo han perpetrado unos caballeros o, como en este caso, unas señoras. Lo que se conoce de la llamada ley de libertad sexual es un bodrio técnico manifiestamente inconstitucional y criticarla no es machista ni feminista sino de sentido común, simplemente respetuoso con el Estado de Derecho. Justo lo contrario de lo que es el principal socio de gobierno del presidente Sánchez, que se regodea en eslóganes tan poco presentables como los del « sola y borracha quiero llegar a casa » y que, me temo, tienen previsto un poco acogedor recibimiento a las mujeres del PP en la manifestación del domingo

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