Luis Miranda - VERSO SUELTO

Tocar de oído

Como Pedro García con la carrera oficial, la política está llena de gente que habla sin papeles, pero nadie se los pide

Al concejal Pedro García habrá por lo menos que reconocerle sinceridad: dice que la nueva carrera oficial no es segura, que es un cosa que tendrán en cuenta quienes duden entre venir a Córdoba o irse a Málaga, pero a continuación también admite que no ha leído ni una coma del plan que elaboran sus compañeros en el Ayuntamiento. Sólo le faltó decir «no es segura porque no, porque lo digo yo», al modo de las madres clásicas. Pedro García toca de oído y se basa en los grandes éxitos de otros grandes maestros igual que una orquesta veraniega que va de pueblo con pueblo con el toro enamorado de la luna, pero a los suyos les gusta la melodía, aunque los bemoles bailen con dos pies izquierdos.

No es el único que lo hace, es el que lo reconoce, lo cual le deja con la misma falta de rigor pero al menos le pone un poco de honradez ingenua. El vodevil de la política está lleno de gente que toca de oído y habla con menos papeles que una liebre, pero tampoco se los pide nadie. A los que dicen que la Mezquita-Catedral siempre fue pública no les hizo falta ni una sola prueba. Se inventaron una canción pegadiza y bien estructurada con todos los versos que podían pegar: donde otros dicen «nena, muero por tus labios», ellos ponían el «se compraron la Mezquita de Córdoba por treinta euros», y con decir «Iglesia», «Aznar» y «curas» ya estaba hecho para que firmasen desde los muy españoles escritores que no escriben hasta los aspirantes a goyas con películas que no se estrenan. Esta no se tocaba de oído, se interpretaba directamente inventando notas , y aunque la mayoría ni habían visto en su vida el pentagrama del libro de historia o de derecho, y bien que se notaba el desafine, no se bajaron del escenario sin aplausos.

Es el sino de este tiempo: se toca sin papeles porque el público es tan perezoso que no quiere saber si lo que se dice es verdad y se conforma con que suene bien, como pasa con ese autobús criminalizado por decir la natural obviedad de cuál es la diferencia biológica entre los sexos. Ha pasado también con la segunda puerta, que era tan goloso oponerse a quitar una celosía para dar paso a las procesiones que había que quejarse de vicio, sin importar que fuese cosa de los años del desarrollismo franquista y sin echar cuentas a que en la Mezquita-Catedral se han hecho muchas cosas más importantes sin que le importe más que a la gente que tiene competencias serias. Todavía andan con la cancamurria quejica y llorando como si les hubieran quitado los adoquines al Puente Romano para poner granito rosa, porque para tocar de oído no hacen falta más razones que escuchar una melodía que guste o convenga y seguirla con la poca técnica que a Dios le diera uno.

Para los que tienen que hablar los papeles no son más que una traba, una rémora, un corsé que les puede estropear el discurso y un charco de arenas movedizas en que la firmeza de los hechos y la claridad del derecho les pueden dejar los pies clavados. Lo que ahora ha hecho la alcaldesa es un paso más y ya que no tiene papeles, se los quiere hacer a medida. Ha formado una comisión de expertos sobre la propiedad del monumento -«¡Ay, mi Mezquita! ¡Milana bonita!»- que digan lo que su partido quiere. No deja de parecerse a aquella vieja rica que para demostrar a todo el mundo que su enfermedad no era hipocondría sólo confiaba en el diagnóstico de un veterinario metido a médico que se llamaba Groucho Marx .

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