INSTITUCIONES PENITENCIARIAS
Tesimonio de un preso del CIS en Córdoba: «No volveré nunca más a este lugar, eso lo tengo claro»
Dos presos que cumplen en el CIS el tercer grado en su condena relatan su experiencia a ABC
Los testimonios de Antonio y Luis , dos presos de distinto perfil, que cumplen el tercer grado en el Centro de Inserción Social de Las Quemadillas -dependiente del Ministerio de Interior- muestran a ABC el aprendizaje que supone su paso por este lugar . En la cocina de estas insalaciones, Luis, de 43 años , se mueve como pez en el agua. Este preso que cuenta los días -cuatro concretamente- para salir en libertad después de pasar cuatro años interno en la prisión de Alcolea.
Luis, profesional de la hostelería, casado y con un hijo de 10 años, asegura que no ha parado de trabajar nunca, en su vida, ni siquiera cuando estaba entre rejas. Ayudaba a colocar la comida, a recibir los pedidos, a limpiar, a lo que le propusieran. Así ha superado su etapa interno. Luis está en paz con su conciencia y sabe que su hijo de 10 años le espera nervioso cada fin de semana a que regrese a casa desde este centro de inserción para echar unos balones y jugar a la Play Station . Sin rencor, cuenta un altercado grave con un compañero de trabajo de nacionalidad china -que pretendía disputarle el puesto de primer «mâitre» en un establecimiento hotelero donde trabajaba en Las Palmas en la cadena de Julio Iglesias- le llevó a cumplir más de cuatro años de prisión .
Para Antonio, de 59 años , el otro preso que relata su historia a ABC, el paso por la prisión le ha marcado. Su frase categórica da idea del nivel de rehabilitación que le ha supuesto este trance . Este empresario asegura que los seis meses que ha pasado entre rejas en el módulo 1 de respeto , lo toma como una experiencia que le ha servido de mucho, aunque a día de hoy asegura que no volverá nunca más a este lugar . Si cometió algún fallo en su pasado, no volverá a ocurrir, promete.
En su caso, este recluso que disfrutaba de una vida acomodada y ahora está en tercer grado fue acusado de un delito de apropiación indebida . Su pena era reducida. Pasó seis meses en la cárcel y ahora tendrá que pasar otros tantos en el CIS de Córdoba. Lo primero que pensó al salir del patio de reclusos de Alcolea fue ir a visitar a sus dos hijos y sus dos nietas. El miedo a cómo lo recibirían sus hijos, acostumbrados a una vida familiar de clase media alta y respetada en su pueblo , y el cómo habrían vivido estos meses sin su padre sabiendo que estaría entre rejas fue lo que más le atormentaba , y por lo que recibió ayuda psicológica en el centro penitenciario.
El lado más triste lo vivió Luis, el hostelero, quien recuerda con dolor no ese altercado que le llevó a estar en prisión sino es que un día antes de ingresar en la cárcel enterraba a la segunda hija gemela, un bebé de tres meses que murió a los pocos días del fallecimiento de la primera por un ictus . «Yo me aferré a la Biblia», reconoce. Y eso ha sido precisamente lo que le ha dado fuerzas durante las horas, meses y años que pasó en el centro de Alcolea. Esta fe llega a tal punto, asegura Luis, que «el juez de Vigilancia Penitenciaria me preguntó cómo no recibía tratamiento psicológico en prisión y cómo me mantenía a flote tras la pérdida de mis hijas y con buena predisposición, trabajando siempre con los reclusos. Le dije que el secreto era la Biblia ».
Ahora ambos, en el CIS, comparten con empresarios como Rafael Gómez partidas en los pasillos de este centro de Las Quemadillas, donde todos cumplen el resto de su condena.
Los dos reclusos aseguran tras haber vivido entre rejas que allí, en Alcolea, también hay gente noble y que ayuda a superar los miedos . «La prisión no es un sitio horrible como puedan pensar o imaginar algunos; también hay hombres nobles y te ayudan a tener valores », concluyen.