Luis Miranda - VERSO SUELTO

Terrazas al Arenal

Quién le iba a decir a Izquierda Unida que no iba a limpiar Córdoba de túnicas, cíngulos y sotanas, sino de veladores

Veladores ante la Puerta de Almodóvar VALERIO MERINO

LUIS MIRANDA

EL principal problema con las terrazas y los veladores es que a todo el mundo le gusta sentarse en la calle, disfrutar morosamente del desayuno en las pocas horas frescas de este verano atroz, tomar el dulce sol de la primavera con una cerveza y apurar una tarde de otoño con un café, pero nadie quiere padecer efectos secundarios. Detrás de cada media de patatas bravas y conversación hay alguien echando bastantes horas y casi siempre más de un vecino que tiene que cerrar las ventanas para que no se le cuele el despelleje de las vecinas que hacen dos comadres y la llorera que soporta el amigo de uno al que la ex compañera sentimental acaba de poner en la calle por no acercarse a la lavadora.

Quién le iba a decir a la parte de Izquierda Unida del Ayuntamiento de Córdoba , que empezó el mandato queriendo comerse por los pies todas las túnicas, cíngulos, sotanas y hábitos de canónigo que se le pusieran por delante, que si iba a limpiar la ciudad de algo iba a ser de veladores. «Terrazas al Arenal» parece ser el lema que la Gerencia de Urbanismo ha escrito para retirar mesas y acotar espacios que desde luego pueden estorbar y saltarse las normas, pero que también responden a una demanda de la gente. Quizá no lo entienden porque responde a la extraña lógica de la empresa privada: si se hace es porque alcanza una rentabilidad legítima e interesa a los clientes, a diferencia de los carriles bici que nadie pidió en ciertos sitios y del carísimo Centro de Visitantes que sólo funciona para dispensar folletos.

Los veladores quizá sean como la versión adulta del botellón . Aquellos chavales que llenaron las calles y plazas en los años 90 con las bolsas en que llevaban el whisky y los hielos terminaron la carrera, trabajan, han pasado el invierno de la crisis y ahora siguen queriendo beber en la calle, pero con la comodidad de estar sentado, quizá echando un cigarrito y con un diligente camarero que les lleve la tapas y el posterior cubalibre, no más de dos. Es decir, se han aburguesado y si antes les hacían la pascua a las discotecas que les clavaban por una copa, ahora protestan contra la Ley del Tabaco que les obliga a salir para fumar.

Lo que sí está claro es que los cordobeses que ocupan los veladores y llenan el bolsillo de los emprendedores que dan trabajo y echan ellos mismos muchas horas son el testimonio de un cierto fracaso: en la ciudad del conocimiento, en la casi Capital Europea de la Cultura , en la Córdoba de las dos universidades, lo que se sigue abriendo son bares y restaurantes y hay mucha demanda de camareros , oficio que da grima a cierta izquierda, pero que merece el mejor reconocimiento cuando se ejerce con excelencia, diligencia y eficacia, que todo trabajo bien hecho tiene su mérito.

Tampoco es nada que en la ciudad no se fomente. Cada vez que acaba la Semana Santa empieza el poder público que ahora quita veladores a bombardear con fiestas en las que sobre todo se trata de comer en la calle y de beber mucho. Primero es la borrachera gigante que tiene a las Cruces como fondo, luego los Patios que ante las colas siempre tienen refugio en una taberna y más tarde en la Feria , que alguna vez servirá para los negocios, pero que bien vista no es más que un parque temático de los excesos del gaznate y el buche. No creo que si Córdoba fuese culta y sobria Vic pintase todos los años a los clientes de la Cata del Vino pidiendo el enésimo medio en la Feria del Libro .

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