Jesús Cabrera - El Molino de los ciegos
La teoría del supradominio
¿Podemos reclamar ya nuestra parte de la Alhambra?
Por encima de los problemas que aquejan a los cordobeses, que no son pocos, si hay que destacar el asunto estelar de la semana, éste no es otro que el esperado informe sobre la Mezquita-Catedral del secretario general del Pleno, Valeriano Lavela, que ha sido profusamente comentado en estos días no sólo en Córdoba sino en todos los rincones planetarios por erigir una teoría que revolucionaría el trabajo desarrollado hasta ahora por la Unesco. Es de agradecer que el Ayuntamiento divulgase con prontitud este documento y no lo guardase en un cajón con siete llaves, como hizo la Junta de Andalucía con el tan cacareado informe que tanto prometió y ahora pretende que olvidemos. Así sería.
De los 17 folios del trabajo realizado por Lavela me quedo con la argumentación decimoquinta, lo cual no quiere decir que en el resto no haya tela que cortar, como nos informa puntualmente ABC Córdoba desde el pasado sábado. En las 18 líneas de este punto señala que la Mezquita-Catedral, por el hecho de ser Patrimonio Mundial desde 1984 y Bien de Valor Universal Excepcional desde 2014 -ojo, en plena polémica expropiadora-, es un supradominio público del que nadie puede ser propietario. Según su interpretación, «no es un bien de dominio público del que pueda ser titular ningún poder o Administración pública no sólo ya local, provincial o autonómica, sino ni siquiera de ámbito nacional o supranacional». De nadie, vamos.
Es una lástima que Valeriano Lavela no desarrolle más este punto y nos hubiese explicado lo que pasa con la lista de bienes de Valor Universal que crece constantemente cada año y en la que, con toda lógica, figuran monumentos y lugares con propiedades tan diversas como las leyes de cada país son capaces de contemplar. La novedosa teoría del supradominio público ha puesto a temblar a más de uno, porque las respectivas propiedades han comenzado a tambalearse como un castillo de naipes ante la aparición de una nueva ordenación patrimonial en la que no había caído antes ningún jurista del mundo. De este modo, se encuentra en peligro el yacimiento de Atapuerca, un Bien de Valor Universal Excepcional, quizás el más «cool» de todos los de España, que no es público, que ninguna administración pública lo mangonea porque está en manos de una fundación privada formada por un periódico burgalés y una caja de ahorros, algo inadmisible para la plataforma cordobesa que alienta la expropiación del templo cordobés y que defiende que tiene que ser de todos, sin concretar más. En cuanto se den cuenta de que esto no es como ellos quieren que sea, diseñarán un logotipo basado en un diente del «homo antecessor», encargarán un himno a Queco y acosarán al gran Juan Luis Arsuaga con dossieres manipulados en los medios que se presten a morder el anzuelo. Vamos, lo mismo que han hecho con la Mezquita-Catedral.
La teoría de Valeriano Lavela del supradominio público tiene una parte buena, faltaría más. Al no existir, según esta teoría, propietario de ninguna clase ni condición de los bienes de Valor Universal Excepcional todos lo somos, y podríamos reclamar nuestra participación en los mismos y no soltar 20 euros en la taquilla de la Alhambra o alojarnos de gañote en el parador de Santiago de Compostela. Otra variante sería reclamar nuestra parte alícuota de la producción de los viñedos de Burdeos que, al igual que la Mezquita-Catedral, también tienen la más alta calificación de la Unesco. Si sus bodegas producen al año alrededor de 1.000 millones de botellas, y la población mundial es de 7.000 millones de personas, descontando la población musulmana y los abstemios, confío en que me toque una botellita al menos cada dos años.