PERDONEN LAS MOLESTIAS
Teoría de la gravedad
Días atrás se desplomó la muralla romana. Y mañana, quizás, se vendrá abajo el Portillo. Solo queda un empujoncito más
La muralla romana de Córdoba ha logrado resistir a lo largo de los siglos la embestida de los visigodos, de los árabes, de los cristianos y hasta de las tropas napoleónicas , que asaltaron la ciudad en 1808 con el apoyo de la artillería. Los ingenieros romanos construían las murallas a conciencia, a base de sillares de piedra y mortero de relleno, para que resistieran la ofensiva enemiga y atravesaran incólumes el paso del tiempo.
Con lo que no contaban los romanos era con el ataque coordinado de los concejales del ramo . Esa contingencia no se barajó en el siglo I a la hora de evaluar la resistencia de materiales en el diseño del perímetro fortificado de la villa. Claudio Marcelo no podía imaginar que la desidia de un edil de Urbanismo, veinte siglos después, iba a ser más mortífera que la acometida de las hordas germánicas.
Hoy sabemos que sí. La semana pasada ocho metros de muralla romana se vinieron abajo en la calle de la Feria al modo en que una manzana se cae del árbol por su propio peso. La fuerza de la gravedad dicta su ley inexorable con la misma mecánica que la incuria administrativa se lleva por delante monumentos históricos de valor incalculable. Ya lo dijo Newton: la fuerza que ejerce una partícula con masa X sobre otra con masa X2 es directamente proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al abandono de las administraciones públicas y del propietario del Palacio de los Marqueses de El Carpio.
Desde ese punto de vista, la teoría de la gravitación universal se ha cumplido en la calle de la Feria con una exactitud matemática. A las 9 de la mañana del pasado martes, casi dos milenios después de que Claudio Marcelo cortara la cinta de inauguración, se ha dejado oír un estruendo sísmico en el 110 de la también conocida como calle de San Fernando. Afortunadamente, n o se registraron daños humanos , más allá del espectáculo triste de contemplar nuestra historia tirada por el suelo.
Al fin y al cabo, solo era cuestión de tiempo . Como casi todo en la vida. Hace seis años , nada menos, otro trozo de muralla que sostenía el Arco del Portillo se desplomó sobre el solar abandonado que se abre a su derecha. El Arco del Portillo se quedó tiritando, apenas sujetado por un hilillo de vida y a punto de dar con sus huesos centenarios en tierra. Mi estimado Luis Celorio, vecino del barrio y promotor de la Casa del Agua, se presentó ante la Gerencia de Urbanismo como haría cualquier ciudadano preocupado por la salud de una ciudad que es memoria viva del mundo.
La denuncia de Luis Celorio se perdió por el laberinto burocrático de la administración municipal y hoy el Arco del Portillo , seis años después, presenta una estampa deprimente de cochambre y cables sobrevolando por encima de una tapia infame que a duras penas logra esconder nuestras vergüenzas como comunidad civilizada.
El Arco del Portillo fue abierto en el siglo XIV sobre el lienzo este de la villa romana para facilitar el tránsito con la Axerquía. De factura arquitectónica sencilla, pero bellísima, es, junto con la Puerta de Almodóvar, la única entrada histórica que queda en pie de la vieja ciudad amurallada . Vencido ya por el olvido, vayan raudo a contemplar su extraño magnetismo antes de que cualquier día, a las 9 de la mañana, la fuerza de la gravedad y el desdén de nuestros días lo sepulte para siempre en la cárcava de la memoria.