PRETÉRITO IMPERFECTO

Tempus fugit

Hemos aprendido a pensar una ciudad que no cree en los calendarios. Ni en el coste de las oportunidades perdidas

Visita a las obras del Palacio de Congresos de la calle Torrijos RAFAEL CARMONA
Francisco Poyato

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El tiempo devora a la Córdoba que quiere ser y no puede. Se estira como un dulce escorzo, pero nada sucede en su trayectoria. Hemos aprendido a pensar una ciudad que no cree en los calendarios. Ni en el coste de las oportunidades perdidas que cuantifican los hombres de los números. Pasan los años y los proyectos no maduran , se remontan, como los vinos malos en las botas. Y de repente, esos proyectos surgen encorvados , desenfundando muros de hormigón y melancolía, vacíos o refugiando al olvido de los pies de la calle, a los que se les pasó el hambre de vivir catedrales laicas, museos de diseño, palacios sin concierto y centros multifuncionales y atrofiados . El tiempo real se escapa mientras el que nos engaña se atrinchera en los despachos, en la mente retorcida del político a sueldo , en el ego de los hipócritas, en la rutilante barra de bar que hace como que debate o en los solares de agujeros negros donde crece la mala hierba. ¿No es un oxímoron que el Ayuntamiento de Córdoba quiera convertir ahora al jaramago en la nueva flor decorativa del jardín público...? Porque el tempo de Córdoba está menguando las posibilidades de una ciudad convertida en el eterno aspirante , la jubilosa promesa, el destino revelación o el semillero de los edificios muertos. El pasado permanente.

Los grandes proyectos, los elementales equipamientos para ser alguien en el concierto de las ciudades, atraviesan su particular desierto en Córdoba. En las dos últimas décadas , los quince más representativos, que se presupuestaron en más de 415 millones de euros -y se fueron a 575- , han sufrido la pulsión desenfrenada del bloqueo político , la burocracia , la crisis económica, la endogamia técnica, la mala planificación y gestión, la huella arqueológica irremediable o la ausencia de un poder influyente en los cenáculos verdaderos para imprimir la velocidad apropiada .

Ese ramillete de circunstancias y su vida propia, porque cada equipamiento, cada megalomanía sufre de vida interior, ha tardado de media en ejecutarse o, simplemente, en perderse en la noche de los tiempos más de una década. Cada grandilocuente equipamiento que hemos visto con nuestros propios ojos frotados, tarda en Córdoba más de diez años en realizarse, de manera ponderada, claro. Los hay que casi llegarán a la edad de votar, como ocurre con el inacabado Nuevo (¿) Estadio El Arcángel , tras un ticket de 42 millones de euros y dieciséis años de siniestro por el meandro del Arenal. Y eso que iba para «coste cero».

O los trece años que va camino de cumplir la Biblioteca de los Jardines de la Agricultura , o los doce años que ha costado ver la Ciudad de la Justicia, esa especie de centro comercial donde se imparte justicia, a veces, con rebajas. La colmena melancólica del C3A , que en tiempos fuera C4, y ahora una enorme interrogante..., otros once años y treinta millones de euros. Por no recordar la historia del holandés errante, Rem Koolhaas , y su Palacio de las Ínfulas, donde la clase política cordobesa logró enterrar once millones de euros sin poner un solo ladrillo en un espacio hoy cubierto por la tierra baldía. Un auténtico ejercicio de prestidigitación y escapismo. Décadas en carreteras inacabadas, inconexas. En variantes cojas o rondas rectilíneas. Un total de 157 millones de euros en 12 kilómetros de autovías como metáforas de los puntos suspensivos y las frases yuxtapuestas. Millones después, no podemos llevarnos a la boca un gran congreso , porque los dos espacios alumbrados para ello oscurecen en el laberinto de los enigmas. De Torrijos al Parque Joyero se han ido catorce años y veinte millones de euros...

Las grandes ciudades tienen esos pequeños matices, que se viven en clave de eternidad .

Tempus fugit

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