Crónicas de Pegoland
Tardeguarra
La avenida de Barcelona acaba cada 24 de diciembre convertida en un vertedero

Ahora que nos ha dado por el cuidado por el patrimonio, cosa que está requetebién, recordemos: hace apenas 25 años la finalización del curso escolar en el periodo de Navidad se traducía -ay, qué tiempos- en un macrobotellón en la misma puerta de la Mezquita- ... Catedral, que estaba entonces con la Unesco presente día sí, día también. Era la jornada de Santa Litrona , una costumbre que se toleró hasta que la municipalidad, con más razón que un santo, dijo que ya valía con la broma de dejar el entorno del principal monumento de la ciudad hasta los muros califales de mierda.
@ayuncordoba_es Vergüenza que todos los años pase esto en la avenida de Barcelona de Córdoba #StopBotelllon pic.twitter.com/lxk9R77ppu
— Pepe Caballero (@joseescaballero) December 25, 2019
Vengan estas líneas con conocimiento de causa del que ya estaba en condiciones de asistir legalmente a este tipo de cosas en 1994, fecha en la que el gobierno municipal de la época - Herminio Trigo, por la fecha - puso pie y en pared prohibiendo directamente su celebración por la expeditiva solución de mandar a los agentes de la Policía Local. Hasta hubo protestas porque los colegios -sí, colegios- e institutos de la ciudad no acortaban sus clases -han leído bien las nuevas generaciones- para facilitar la asistencia a tan magno evento que consistía en comprar los litros y tomar el perímetro del actual complejo monumental (etcétera) cada 22 de diciembre para acabar hablando en idioma kosovar. Queridos niños, vuestros queridos padres que tanto os advierten contra el botellón fueron los auténticos pioneros en la materia . Ahí lleváis el spoiler generacional.
24 de diciembre. Avenida Barcelona, Córdoba. Dais puto asco, cerdos. pic.twitter.com/U5WYjWFfYL
— Nadia Rodgar (@nanaska57) December 24, 2019
Hace ya algunos años, se lleva celebrando con fuerza la Tardebuena, que es la costumbre aquirida de llegar bolinga a la cena del 24 de diciembre mediante la estrategia de salir un momentillo a por tabaco y acabar cantando por María Jiménez hasta que el dueño del garito dice basta. La avenida de Barcelona, que todo el año presenta una actividad comercial y hostelera digna de toda admiración, lleva siendo muchos años el epicentro de un rollo que empezó festivo, ha registrado no pocos problemas de orden público e, invariablemente, presenta los efectos de Santa Litrona. Los operarios de Sadeco -santos varones- han de cargar con los residuos de una gran cantidad de becerros que considerar que esos adminículos que se encuentran en la calle y responden al nombre de papeleras se encuentran ahí solo para los ciudadanos extracomunitarios.
Está estupendo librarse por un ratico de las rigideces de estas fiestas navideñas que cada vez se hacen más largas. Y la famosa Tardebuena no es más que pasar un buen rato con los colegas, estirar las piernas, ponerse guapos y fardar en el Instagram . Pero vamos a ver, criaturas, ¿tanto cuesta acercarse al contenedor, meter las botellas en una bolsita, no dejar los vasos de plástico de cualquier manera? ¿Tanta grima os da tratar con un poco de respeto a los pobres vecinos que tienen que soportar el espectáculo dantesco tras cada 24 de diciembre?
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