PASAR EL RATO
Tampoco hoy
Para expiar sus abundantes estupideces en la política nacional, el PP y Ciudadanos hayan decidido hacer el ridículo en Andalucía

Antes de sentarse a escribir, pensaba uno que tampoco hoy tendría tema para la columna ni inspiración para redactarla. Y que era preferible dejarlo todo y salir a ver si se muere uno y se quedan los pájaros cantando. Pero uno se sienta, pese a ... todo, mira con tristeza la hoja en blanco, manosea el bolígrafo, piensa en Susana Díaz , la musa de Andalucía, y se le acaba ocurriendo algo, aunque no sea gran cosa. Uno no es González-Ruano, ni Umbral, ni Manuel Alcántara , y sabe que nunca lo será, pero se esfuerza como si pudiera llegar a serlo. Ahí está el secreto. Y nota que se van ordenando las palabras en las frases, y en ocasiones aparece una metáfora un poco menos desteñida que las otras. Eso es todo lo que uno puede hacer, y lo hace. Uno va en la cofradía de la literatura periodística con una modesta velita comprada en los chinos. El caso es ir en la procesión.
Este periódico es la edición cordobesa de una cabecera nacional, y eso expande por el alma del articulista los dones deleitosos de la tierra. Todos los que aquí escribimos tenemos contraída con el posible lector una deuda de color local, del color de «¡Oh excelso muro!» y todo lo que sigue. De vez en vez salimos a pastar a otros prados: Sánchez, Iglesias , el circo catalán y parecidas necedades de relleno. Hasta que uno se da cuenta de que la hierba estaba seca en esas dehesas de conveniencia, y vuelve. Vuelve a la tierra que no le vio nacer, pero lo ha acogido amorosamente; como una madre sin prejuicios acoge en el mismo corazón al hijo de la sangre y al adoptado. Lo que constituye la familia es el amor y no la carne. En la familia adoptiva no se es originariamente hijo, sino que uno se va haciendo hijo. Tiene más mérito. Como lo de esforzarse por escribir en los periódicos como escribía César González-Ruano , sabiendo uno que nunca podrá escribir como González-Ruano, el mayor de todos.
A uno le pasa con Córdoba lo contrario que a la alcaldesa. Ella es partidaria de devaluar lo nuestro, si considera que está contaminado por la mano pecadora de la Iglesia católica. Por eso prefiere la gestión laica de la Alhambra de Granada -a cargo de la virtuosa Junta de Andalucía-, frente al brillante trabajo del Cabildo en la Mezquita-Catedral de Córdoba. Sigue en eso el magisterio de su principal, la gran pensadora Susana Díaz, que veía en la defensa que de la Guardia Civil se hizo en Alsasua torpes intenciones provocadoras de las organizaciones de derechas. La misma intención provocadora de la Iglesia católica en Córdoba, cuya mala voluntad beneficia abundantemente la economía cordobesa mediante la oscura gestión del monumento. La joven Díaz puede mostrarse optimista, porque lo que tiene ante los ojos de su acción política es un soneto de Quevedo, actualizado: «Miré los muros de mi autonomía (…). / Y no hallé cosa en que poner los ojos/ que no fuese recuerdo de la muerte». Chaves , Griñán , Zarrías… Pero también Moreno Bonilla y Juan Marín , tristes como el entierro de las ilusiones perdidas. Tienen el aspecto de dos candidatos incapaces de ganar, incluso si no tuviesen competidores. Y eso que únicamente se enfrentan a una folclórica de zarzuela, de las que arengan a la comunidad de vecinos con los brazos en jarras. No parece sino que para expiar sus abundantes estupideces en la política nacional, el PP y Ciudadanos hayan decidido hacer el ridículo en Andalucía.
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