Pretérito imperfecto
Tambores de censura en Baena
Este arrebato no es cosa de ayer, los socialistas no perdonan la pérdida de un feudo histórico a manos de su propio estilete
Mariano Rajoy quiso reformar la ley electoral allá por 2014 con el firme propósito de evitar los pactos contra la lista más votada. El calvario permanente que los populares sufrían tras cada cita municipal con las urnas. De eso en Córdoba , sabemos un rato. Puso a trabajar a varios ministros y tenían la reforma a punto de meterla en el horno, pero el presidente entonces reculó porque no terminaba de fiarse del PSOE . Tenía claro que una reforma de ese calado debía salir adelante con el apoyo sin fisuras ni regates de los socialistas, pues, al fin y al cabo, la mayoría del poder local pivota sobre ambos partidos pese a la erosión del bipartidismo en estos años por la izquierda y la derecha. La opinión pública y muchos expertos avalaban una vuelta a la norma que cercenaba, eso sí, el juego matemático de las mayorías en una democracia representativa —otros son los que apoyan la segunda vuelta o la elección directa como métodos más fiables—. Sea como fuere, el marianismo guardó en la alacena la reforma y las elecciones de 2015 depararon numerosas pérdidas de alcaldías. A Rajoy , por ejemplo, le dieron una patada en el trasero de Nieto , siguiendo con las semblanzas cordobesas. La izquierda es autómata en estas coyunturas y sin complejos que valgan tomaron la calculadora y antepusieron la visceralidad ideológica a cualquier interpretación sensata de lo que los ciudadanos acaban votando.
De aquellos polvos estos lodos. Fracasada la reforma de la ley electoral, todas las fuerzas (hasta 22 en la actualidad) se inventaron el pacto antitransfuguista para revestirse de ética y moral y hacernos creer que en la política aún caben los modales versallescos. Las grandes y pequeñas siglas de ese pacto escrituraron en mármol de Carrara la unidad frente a estas prácticas con apelativos como «antidemocráticas y corruptas» y crearon una comisión que hace poco más de un mes se reunió... diez años después —prueba del interés por la causa—.
Ante semejante escenografía, la realidad supera cualquier intento ficticio de respeto a las reglas y nos trae el caso de Baena y la moción de censura que el PSOE lleva impulsando más de un año para quitar del sillón a PP y Ciudadanos , que gobiernan coaligados. Porque este arrebato no es cosa de unos días pandémicos, los socialistas no asumieron una derrota en un feudo histórico propiciada por su propio estilete, por la hiriente reaparición de un viejo zorro plateado —revestido ahora de indulgencia monacal— como Luis Moreno cobrándose facturas viejas de sus antiguos compañeros. Ha sido el dedo ejecutor en la investidura de la popular Cristina Piernagorda y en la defenestración de la camarilla socialista. Ahora el PSOE negocia con un edil de su grupo independiente, que ha sido expedientado por contravenir a Moreno , clave en la tarea.
El PSOE y la muleta de Izquierda Unida enarbolan para su censura la suma de votantes que atesoran desde los pasados comicios, como si las veces que gobernaron en coalición Córdoba la suma de papeletas la hubiesen tenido en cuenta. Suenan tambores en Baena de asuntos turbios tras la activación del vuelco de poder. Lo advierte una alcaldesa atrapada en una guerra de soberbias y rencillas de la que ella es víctima colateral con un bloqueo que ha llegado hasta las remuneraciones del equipo de gobierno. El presunto tránsfuga, con ramificaciones socialistas, calla por ahora. Y el guiso huele a últimos hervores para ser servido en vajilla de domingo. Mutis por el foro en las direcciones provinciales de los censores. El pueblo, a lo suyo. Hay virus que siguen sin tener arreglo.
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