SOCIEDAD

Taberna La Fuenseca, un templo del flamenco y el arte en Córdoba

Situada en la calle Juan Rufo, ha cumplido ya 170 años y se mantiene como refugio de jóvenes y consagrados músicos, pintores o carnavaleros, que aquí encuentran un lugar de tertulia, amistad y creación

Jesús Alamillos atiende tras la barra de la taberna Fuenseca FOTOS: VALERIO MERINO

Félix Ruiz Cardador

Fuensequeño o fuensequeña. Así se define el «gentilicio», por llamarlo de algún modo, de las personas que acuden a la Taberna La Fuenseca, la más antigua de la Córdoba actual y próxima a cumplir los 171 años de historia. Un establecimiento antañón y con aroma, decimonónico y al tiempo vanguardista, un museo a su modo con el sabor de lo vivido y situado en un céntrico lugar: en el punto exacto donde la calle Juan Rufo confluye con la calle Conde de Arenales. Muy cerca se encuentra la fuente de la Fuenseca, venero de viejo sabor y que le da nombre a esta zona cero de la cordobesía, y también el cine de verano hóminimo. Se trata de un rincón con rica personalidad, por el que corre con generosidad y buena mano el vino de la tierra pero que ante todo es un templo vivo de la cultura . Más concretamente, del arte y del flamenco, que allí conviven en armoniosa compañía, de tal modo que la Fuenseca cuenta con su propia sala de exposiciones , por la que ha pasado lo más granado del arte cordobés, y es sede la peña flamenca dedicada al guitarrista Merengue de Córdoba , refundada en 2013 y que cuenta hoy con más de 150 socios. También esta casa de dos plantas es el local de ensayo de la comparsa La Fuenseca , que el año pasado concurrió en el concurso provincial con el nombre de La Boheme, y lugar de reunión habitual del grupo Córdoba Contemporánea , formado por algunos de los pintores y escultores más destacados de la ciudad.

La historia de La Fuenseca la cuenta su actual gerente, Jesús Alamillos , nieto de su histórico propietario, el gran tabernero y promotor cultural Emilio Álvarez . Lo hace mientras remueve en el perol el sofrito del arroz que horas después van a disfrutar los fuensequeños con motivo de la apertura de una nueva exposición, que corre a cargo del guitarrista y artista plástico Jesús Gómez. También con la emoción de quien lleva la historia de este lugar en la sangre. Guitarrista flamenco y titulado en Empresariales y Marketing, Alamillos llegó a la gestión de La Fuenseca en 2013 , cuando aún vivía su abuelo, y ha hecho de este local, que conoce desde niño, una forma de vida, en la que no importan tanto el dinero como la felicidad y el gusto de rodearse de creadores y de gente interesante. «La felicidad que te da el arte no te la ninguna otra cosa», sentencia cuando se le pregunta si en algún momento se le pasa por la cabeza reformar este establecimiento en cierto modo bohemio y desde luego único para convertirlo en una taberna de comidas más acorde con los tiempos y tendencias actuales. Explica por ello que la relación La Fuenseca con los turistas es «de amor y de odio» , pues se agradece que algunos pasen por allí a visitarla pero también se sabe que no se les puede dar carta libre pues de ser así la identidad de la taberna se diluiría. «Que vengan dos o cuatro está bien, pero yo aprendí el espíritu de este lugar de mi abuelo y lo que no quiero es que se pierda pues ya no queda nada así en Córdoba y yo diría que en Andalucía», explica Alamillos, convencido de que la clave de este lugar es que «el arte nos importa más que los beneficios, pues yo quiero ganarme la vida y ser feliz con mi gente».

Origen isabelino

El origen de la Taberna La Fuenseca se remonta a 1850, cuando, bajo reinado de Isabel II, abrió en esta casa un moderno establecimiento bajo este mismo nombre. Su propietario era el empresario Juan Rodríguez Módenas y la prensa escrita de la época, según se puede leer en uno de los muchos cuadros que adornan los paredes, recibió el proyecto empresarial con alborozo, pues era un despacho de vinos que se salía de lo acostumbrado. El local, tanto entonces como ahora, contaba con pequeñas salas o reservados , lo que en aquellos momentos se vio como una modernidad perfecta para potenciar las tertulias y el encuentro . Desde entonces hasta hoy no ha dejado nunca la taberna de ser lo que era ni ha perdido su arquitectura original, aunque en ocasiones alguno de los muchos propietarios que por aquí han pasado haya utilizado la parte superior de la casa como residencia de su familia. También, en los años de la dictadura franquista, fue durante un breve periodo refugio de homosexuales , según cuentan los más viejos del lugar.

De entre todos esos taberneros, dos han sido fundamentales, Faustino Rubio , que la gestionó en los años del reinado de Alfonso XIII, y el ya mencionado Emilio Álvarez , dueño de la misma de los años 80. El primero la regentó bajo el nombre de Casa Faustino y fue él quien le dio el carácter cultural que hoy guarda y que la distingue, pues era persona muy relacionada con la intelectualidad de su época por vínculos familiares. Contaba como gestor con un personaje que luego sería insigne en la Córdoba popular: Alfonso López, conocido como el Marqués del Cucharón . Emilio Álvarez la compró por su parte en el actual periodo democrático y la convirtió en la que hoy conocemos, permitiendo que fuese sede de numerosas tertulias culturales y taurinas y de peñas diversas y apostando por la sala de exposiciones, en la que se han expuesto obras de arte contemporáneo de algunos de los mejores creadores de la ciudad. La Fuenseca se alejó así del gusto exclusivo por lo tradicional, que suele ser costumbre en las tabernas o al menos en el tópico que gravita en torno a ellas.

La lista de las personalidades que han pasado por aquí sería eterna de enumerar, aunque algunas anécdotas las cuestan sus más viejos parroquianos. Por ejemplo, la protagonizada por el escultor Mateo Inurria , que era fijo en el local y que en ocasiones se recuerda que polemizaba a viva voz con Julio Romero de Torres , que era habitual en la taberna situada por entonces justo en frente y llamada Los Boliches. También son numerosos los artistas flamencos que han tocado en La Fuenseca, que aún hoy es sitio fijo de fiestas flamencas en las que todo el que sabe tocar aporta lo suyo y que se ha nutrido en los últimos años del talento de la nueva hornada de artistas flamencos que han salido del Conservatorio Superior de Música. Guitarristas como Alfonso Linares , el ya mencionado Jesús Gómez y Luis Dávila Oria , cantaores como Salvador Anaya y Antonio de Pozoblanco o compositores como Miguel Linares son algunos de los que aquí se citan a menudo y que dan vida a un rincón que funciona más como peña que como tablao. Se nota ahí la buena mano de estos talentos y de Jesús Alamillos, que saben cómo gestionar el asunto para que todo el mundo tenga su protagonismo con el fin de que no choquen los egos.

En cuanto al arte, las paredes y los veladores de La Fuenseca están repletas de obras de creadores contemporáneos que han sido importantes en la historia del local, como Pepe Amate, Pepe Puntas y tantos otros. Y tampoco es raro encontrarse en ella al escultor José Manuel Belmonte , que reconoce que no acude allí como quien va a un bar sino «para estar en familia». Belmonte, fuensequeño insigne, es de hecho el cocinero de la tradicionales migas del 24 de diciembre , a las que acudieron hace unas semanas numerosos artistas y vecinos de la zona para disfrutar de la buena mano gastronómica del autor de «La regaora» de la vecina Puerta del Rincón. El tenor Pablo García-López también suele comparecer por la taberna cuando regresa a Córdoba, al igual que tantos y tantos creadores que a lo largo de los años han pasado por aquí. También tertulianos con vena artística como el músico militar retirado Manuel Alba , el ingeniero jubilado y cantante aficionado Nicolás Puerto o el ingeniero naval Rafael Carvajal , que llevá acudiendo a esta taberna desde la niñez, pues su padre también fue cliente en los tiempos de Inurria y Julio Romero. O personajes tan queridos en el barrio como el bailaor José Chofle , ímprescindible de El Realejo y sus alrededores. Pervive en todos ellos el espíritu que a este local le dieron Faustino Rubio y Emilio Álvarez y que hoy mantiene Jesús Alamillos, eje vertebrador de esta taberna cuyos clientes no son tales sino otra cosa distinta: orgullosos fuensequeños. «Yo aprendí de mi abuelo que esto no es nuestro, sino de todas esas personas que hacen suya la taberna y le dan vida», explica el propio Alamillos, que insiste en la despedida en la idea clave de que pocas cosas dan más felicidad a los hombres que la belleza y el arte. Se entiende por ello que su establecimiento no esté dedicado al turismo sino a la Córdoba más honda, al tiempo artística, fiestera, vanguardista y tradicional.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación