SOCIEDAD
Supervivientes del acoso escolar en Córdoba: «Que lo cuenten. Yo callé demasiado tiempo»
Lorenzo y Alejandro sufrieron «bullying» y ahora quieren que su historia sirva para no repetirse
Alejandro tiene sólo 12 años, pero lo breve de su edad no quita un ápice de credibilidad a su discurso. Sufrió « bullying » hace unos años, cuando cusaba Primaria, pero ahora está bien. Las palizas que le propinaban sus compañeros de clase han quedado en el pasado y a día de hoy sigue sin encontrar la explicación de lo que le pasó: supone, dice, que era un niño diferente , o le gustaban otros juegos, o no tenía tantas cosas como los demás.
Su experiencia le ha valido para saber que su caso es como el de muchos niños en toda España. En concreto, según datos del Gobierno andaluz, uno de cada cuatro. Él lamenta que le faltó apoyo en el entorno de la escuela . «Habría necesitado que el director, la jefa de estudios o algún profesor me echara una mano», dice Alejandro, que confía en que proyectos como Córdoba Suma y su propio testimonio sirvan para «proteger a todos los niños de Córdoba, especialmente a los que tenemos alguna diferencia».
Lo mismo le sucedió a Lorenzo , el joven cordobés que ha ganado un juicio contra la Delegación de Educación por el « bullying » que sufrió hace 13 años, cuando estudiaba en el instituto Gran Capitán de Córdoba. La sentencia, dice, le sirve para cerrar por fin un triste capítulo de su vida , que empezó cuando tenía la misma edad que Alejandro. Su madre empezó a observar que volvía a casa del instituto «triste y raro». « Estaba muy metido en sí . No me decía nada», lamenta su progenitora, que con el tiempo, ha comprendido que esta es la reacción normal de los niños que sufren acoso: se sienten culpables, humillados y con miedo a las represalias. Un día se dio cuenta de que Lorenzo había estado llorando y, al preguntarle, le contó todo, no sin antes arrancarle la promesa de que no iría al instituto a hablar con los profesores.
No obstante, la madre de Lorenzo incumplió su promesa. Fueron varias las conversaciones que mantuvo con la Dirección del centro, que prometió que tomarían unas medidas que nunca llegaron . Un día, le agredieron entre muchos niños: lo tiraron al suelo y lo patearon. El centro reconoció que la situación se les había ido de las manos y plantearon a esta familia una solución: cambiarle de centro . «No se tomó ninguna medida disciplinaria contra los acosadores», se queja su madre, que tuvo que acceder a llevarse a su hijo a otro instituto.
Lorenzo, un chico con «una sensibilidad especial », lo pasó mal: hasta los 14 ó 15 años no se relacionó con otros niños y recibió tratamiento psicológico. También lo pasó mal ella. «Yo le he inculcado desde pequeño que la violencia no lleva a ningún sitio . Cuando pasa algo así te planteas si le has dado la educación correcta. Me sentía culpable», cuenta. Hace 13 años, recuerda, no existían los actuales protocolos ni la conciencia social que empieza a crecer en estos tiempos. El problema del « bullying » solía zanjarse con una afirmación tajante: « Los niños son crueles ». Ni Lorenzo ni su madre comparten ese razonamiento. Los niños pueden no tener plena conciencia de sus actos, pero una educación en valores, principios y empatía evitaría casos como este.
Lorenzo dice que empezó a sentirse bien cuando entró en Bachillerato y se integró plenamente en el grupo. Ahora, con el caso cerrado, puede acceder a esos recuerdos por decisión propia y no por que exista un proceso abierto. Confía en que la sentencia abra camino y poder ayudar a personas que están pasando lo que él . Para los niños y niñas que sufren « bullying », tiene dos mensajes: el primero, que no se sientan culpables; el segundo, «que lo cuenten. Yo me callé durante demasiado tiempo ».
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