José Javier Amorós - Pasar el rato
Sonatina de campaña
«La alcaldesa está triste... ¿qué tendrá la alcaldesa? / El PSOE no cuenta con su boca de fresa... / El partido la ignora, el partido la estresa...»
A finales del siglo XIX, un nicaragüense genial, Rubén Darío, publicó un libro titulado «Prosas profanas», en el que incluía una «Sonatina» que los estudiantes de mi generación conocíamos de memoria. El mundo de hoy -el mundo representado por el kantiano Iglesias, el que enseñaba a sus alumnos que la teoría de la relatividad la formuló Newton- sabe que los escolares de aquel tiempo no teníamos nada mejor que hacer que aprendernos de memoria los mejores poemas de los mejores poetas y la «Primera Catilinaria», de Cicerón. Por eso, la mayoría no hemos sido hombres de provecho, limitándonos a envejecer en familia con dignidad, sin molestar al pueblo soberano. De aquella inútil «Sonatina» viene este innecesario artículo. La política actual es hastío y decepción. Todo lo que podemos hacer los que no podemos hacer nada es aliviarla un poco con la cortesía del humor. Cada día lo mismo y cada día los mismos, en las televisiones, en las radios, en las calles. No hay piedad para la inteligencia. Menos mal que ya están aquí los robots. Dichosos ellos, que entenderán a Iglesias.
La alcaldesa está triste… ¿qué tendrá la alcaldesa? / El PSOE no cuenta con su boca de fresa/ y la campaña en Córdoba ha perdido color. / El partido la ignora, el partido la estresa. / Quiere ser oradora, porque ella es la alcaldesa, / y en su puño de nácar se marchita la flor.
El poder, con la fuerte sujeción de la rosa, / la suelta por las calles, como una mariposa, / a repartir folletos que ya nadie valora. / El poder no la quiere, el poder la distancia; / el poder no se olvida del silencio con Francia, / la Ciudad Deportiva o la incineradora.
Ay, la pobre alcaldesa de los días azules, / y aquel sol de la infancia, vestidita de tules, / entre las teresianas de inefable candor. / Pudo ser profesora, pudo ser abadesa, / siempre fue soñadora. Se quedó en alcaldesa. / Hay vidas que merecen un destino mejor.
Marcha, como al suplicio, hasta Capitulares. / Corona Reyes Magos, / Melchores o Gaspares, / y enciende lucecitas en las que cree poco. / Y mientras las sesiones ruedan con ronco ruido, / ella vuelve a su infancia, como quien vuelve al nido, / y se aleja de un mundo que le parece loco.
Protestan los de Cosmos, que dan tanto la lata. / ¿Por qué no toman algo en la calle de La Plata, / mientras los convocamos para hablarnos de amor? / De aquella cementera vienen todos los males. / Displicente, García dice cosas banales, / y los obreros buscan a un Cid Campeador.
Córdoba no despega, nadie sabe por qué. / La culpa es de la Iglesia, y si no, del PP. / Y si no, de Rivera, y si no, de Alemania. / Nosotros aportamos labor seria y callada, / que es lo que aporta siempre el que no aporta nada. / Como la ex de Iglesias, que se llamaba Tania.
Se acabará diciembre, con su fría venganza. / Quién volviera a las horas de la antigua bonanza. / Después del día 20, ¿habrá llegado el fin? / Calla, calla, alcaldesa, dice el hada Susana. / Madrid queda muy lejos, tú tienes un mañana. / Te quedan aún tres años; lo demás, a ti plin.