PRETÉRITO IMPERFECTO
Sinfonía de Pablo
Hay sonidos que retratan a Córdoba; ninguno como el verso «seseante» de Pablo García Baena
Hay sonidos que retratan a Córdoba . El pellizco flamenco de El Pele . El rasgueo virtuoso y sensorial de Vicente Amigo . El reloj de Las Tendillas. Los silencios de la Mezquita-Catedral, el Patio de los Naranjos o el Puente Romano en la noche cerrada... sólo interrumpidos por el murmullo de fuente de patio en que se convierte el río Guadalquivir a esas horas entre su bosque de misterio y los excelsos muros que lo encauzan. Replican los acordes sinfónicos por muchos rincones y acuden a la matemática de la partitura central de una Orquesta joven y madura a la vez (con veinticinco otoños a sus espaldas), y que interpreta tan bien a su ciudad entre los clásicos y los contemporáneos. Pero sobre todos ellos , y con todos ellos, está el sonido de la poesía de Pablo García Baena . Y el acento «seseante» y elegante del verso en su lectura pausada, como el propio reloj de su tiempo, al alba de los 95 años que aún le esperan en esa manera de ser y estar tan genuina. Tan cordobesa. Tan estoica. El sonido gongorino al que nuestros oídos siguen indiferentes como sucede con tantos otros nombres en letras mayúsculas arrinconados en el olvido o sacrificados por la falsa modestia de unos homenajes públicos irreverentes a todas luces. Se nos siguen amontonando los desaires cada vez que arrancamos las hojas del calendario con fechas doradas en ellas marcadas y que transitan sin pena ni gloria por los días ágiles y frívolos. Córdoba no sabe honrar a sus celebridades , a quienes siempre mira altanera, fría, distante y por encima.
Pablo García Baena acaba de ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Córdoba . La rama viva de Cántico. Nuestro Príncipe de Asturias . El poeta que vivía en las bibliotecas de aquella Córdoba de cien tabernas y una librería. El artesano de la palabra exacta y el rigorista de la métrica y la sonoridad. El discípulo más preclaro de don Luis de Góngora. El retratista de la atmósfera soñada de Córdoba y su esencia más espiritual. No pasó por ninguna aula universitaria, pero sí por las cátedras de los grandes poetas y sus creaciones. Engatusó a las musas y enalteció a San Juan de la Cruz sobre los altares de la mística. Los homenajes se le amontonan ahora en este crepúsculo constante de su estancia con nosotros . Y es de justicia vital y académica . Los honores en vida, aunque cortos se antojan. Los elogios a su obra tienen más ancho el tiempo de cocción, aunque no sobran en el presente. De ahí el acierto del momento en que la máxima distinción universitaria recae sobre la cabeza y los hombros de quien sigue transitando humilde y reflexivo por el plácido caserío de la Axerquía , sin perder la referencia de su vecina cuna hecha patio y escuela de vida en la calle las Parras.
En esta Córdoba parca , lineal e insípida que a veces nos carcome, no podemos perder de vista el horizonte de estas referencias que, sin darnos cuenta, se nos van apagando poco a poco, pese a la generosidad de estar siempre donde se les llama. El día que falte Pablo habrá que reinventarlo, o al menos habrá que tenerlo más presente que nunca en nuestros desvelos por esta ciudad que se vulgariza a pasos agigantados, desterrando el buen gusto por desconocimiento, por la miopía sectaria que convierte la tradición en una treta de incapaces. Por la clamorosa falta de una pedagogía de gestas y gestos. Por un simple y obligado ejercicio de transmitir el acervo más cercano y universal.
Esta noche, cuando el maestro Leo Brower levante la batuta en el Gran Teatro para festejar el veinticinco aniversario de la Orquesta , otro superviviente cultural en este páramo inhóspito de lo creativo, brinden alguna de sus sinfonías a Pablo García Baena , en ese idilio mutuo con el sonido , la gran utopía de Córdoba .