Rafael Ruiz - CRÓNICAS DE PEGOLAND
Sincronicidad
La Buhardilla e IU. Las cosas pasan a la vez porque así tiene que ocurrir. El camino ya estaba hecho
Leo en los papeles que ha cerrado La Buhardilla , que son de esos sitios que habitaban en la memoria esquinada desde hace años, y que Izquierda Unida no ha incluido ni la república ni el no a la OTAN en su programa conjunto con Podemos. Ambas cosas, entiendo, deben estar relacionadas en eso que Jung —uno que escribía libros incomprensibles— llamaba sincronicidad . Esos acontecimientos naturales que suceden a la vez sin que exista una aparente relación aunque tenga toda la razón de ser que coincidan en el tiempo. La Buhardilla e IU son esas cosas que se frecuentaban y se desvanecen progresivamente como el saldo de una tarjeta bancaria. Dejando un regustillo amargo en el paladar.
La Buhardilla e IU, insisto, no tienen gran relación a efectos superficiales porque en el bar ponían a los Hombres G y los de IU son más de Paco Ibáñez , que es un tipo divertidísimo. Pero que todo ocurra en el mismo plano de la realidad da que pensar. A La Buhardilla dejamos de ir porque nos llegó la hora como a IU le ha ocurrido, que le han alcanzado estos tiempos infames. El bar cerrado, descanse en paz, era de los últimos sitios donde ponían el cubalibre en vaso de tubo , que era la gracia que IU tenía en política. Renegó hasta estos últimos estertores de la maceta y de la muy infame copa de balón hasta que no ha tenido más remedio que aceptar que vivimos en la etapa del gin tonic con cardamomo . El San Hipólito irreductible, un sitio que fue de golfos, ahora es calle de librería grande, funcionarios y bares finos, con gambas y veladores con calefactor. De gente sentada. Y no se puede encontrar el amor, ni sexo ocasional acaso, con las posaderas a resguardo que es la base del pacto. «Nos echamos una mano», ha dicho el mozuelo Errejón. Programa, programa, programa .
La nueva política —estos nuevos tiempos— es como el Longrock. Un sitio que parece un bar, huele como un bar y tienen copas como un bar pero donde ponen canciones de Tony Ronald . Lo cual evidencia un cambio en la historia de consecuencias incalculables. España quiere que las cosas tengan la pinta de lo que, en realidad, no son. Que todo sea una suerte de lugar de paso en un trayecto que no tiene más remedio que acabar en locales de camareras replicantes (dotadas de conexión USB), colores almibarados, música insulsa. ¿Alguien duda de que toda incorrección política está condenada a convertirse en parte del sistema más pronto que tarde?
Hemos hecho el camino entre La Buhardilla y el Mercado Victoria a todos los efectos. El Luz de Gas, que era un antro golfo de consideración, es ahora un sitio fino donde cenan las familias aseadas. ¿Qué se puede esperar de la política? Pues que todo eso tenga su traslación a la vida ideológica, que desde Marx sabemos que es una proyección de la estructura, de las relaciones de producción. Todo será más limpio, interesado, higénico aunque menos divertido. Tampoco somos los que fuimos. Los de entonces.