Perdonen las molestias

Sin pudor

Cuando pase la pandemia, quedará la de alcaldes y alcaldesas trincones

Vacunación de una mujer en una residencia de ancianos Quercus
Aristóteles Moreno

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Cuando pase la epidemia de coronavirus, que pasará, quedará la de alcaldes y alcaldesas trincones. Aquella, al fin y al cabo, es un azote transitorio para el que tarde o temprano se encuentra cura. La de los regidores desvergonzados, en cambio, es una plaga crónica que se perpetúa por los siglos de los siglos. Amén.

Emergen como champiñones los primeros ediles que se aprovechan de su estatus para autoinyectarse la vacuna del Covid . No es difícil imaginarlos camuflándose en la cola de la residencia de mayores de su pueblo o haciéndose los distraídos entre el personal sanitario que se juega la vida cada día desde que en marzo pasado se nos echó encima este huracán de caos y muerte.

Los antídotos llegan con cuentagotas en una carrera contra el tiempo para salvar el mayor número de vidas posibles. Los protocolos dictados por la Consejería de Salud marcan la pauta de vacunación. Primero, las personas mayores, la población de riesgo y los profesionales sanitarios. Luego, todos los demás. ¿Qué parte del protocolo no han entendido la alcaldesa de Torrecampo y los regidores de Alcaracejos y El Guijo?

Un alcalde (o alcaldesa) es un señor elegido por sus convecinos para que gestione los servicios municipales, planifique la ordenación urbana y, en resumidas cuentas, los represente con la dignidad que la comunidad se merece. Hay un momento en que algunos regidores empiezan a confundir el tocino con la velocidad y los servicios públicos como si fueran de su exclusiva propiedad. Y es en ese preciso instante cuando se remangan la camisa con una pachorra acojonante para que la enfermera de turno le ponga la inyección que el Estado ha comprado para los ciudadanos más vulnerables.

El proceso de apropiación mental de los recursos públicos es, a veces, escalofriante. Tanto que el alcalde de El Guijo, que asegura no creer en el efecto protector de las vacunas, acabó inoculándose una de las dosis sobrantes en la residencia de mayores de titularidad municipal. Que es una forma de negacionismo científico aliñada con usurpación de bienes comunitarios verdaderamente extravagante.

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