PERDONEN LAS MOLESTIAS
Sin empujones
Díaz proclama ahora, sin que se le mueva un músculo de la cara, que quiere un partido donde la «gente vote libremente»
Nos llena de ternura escuchar a la señora Susana Díaz reclamar unas primarias «sin empujones». Es la misma señora que mandó los tanques contra la calle Ferraz para sacar, desarmado y cautivo, al joven secretario general que ella misma había colocado en el machito para frenar a Eduardo Madina. Acuérdense, si no, del alférez patatero que puso al frente del batallón para escribir una de las páginas más estrambóticas de la historia contemporánea de España. Se llamaba Verónica Pérez y descerrajó aquella frase para la eternidad: «La autoridad soy yo».
Esa mañana Berlanga se desternillaba de la risa desde algún satélite de Júpiter. De aquel gag divertidísimo han pasado ya cinco años. Y la historia regresa ahora con una nueva vuelta de tuerca que podría haber sido firmada por el mismísimo guionista de Mortadelo y Filemón . La monda lironda. El joven secretario general vive hoy confortable en La Moncloa y la todopoderosa Susana Díaz le suplica clemencia y, por el amor de dios, unas primarias sin empujones. Qué dolor. No como las que ella perpetró en 2013 contra el bueno del señor Luis Planas, hoy ministro de Agricultura.
En aquellas primarias no hubo empujones . Hubo bombas de racimo . Que no es exactamente lo mismo. La señora Díaz activó toda la maquinaria del partido para dinamitar la candidatura de su adversario . Todo en plan democrático, claro está. Y Luis Planas, exhausto y sin avales, se ahogó antes de alcanzar la orilla del voto secreto. Que ya saben ustedes que las urnas las carga el diablo.
La misma Susana Díaz que antes de ayer proclamó, sin que se le moviera un solo músculo de la cara, que ella quiere un partido donde la «gente vote libremente» . Signifiquen lo que signifiquen esas tres palabras mágicas en su particular universo democrático. Porque, si quiere un partido donde la gente vote libremente, ignoramos por qué razón lo impidió cuando ostentaba todo el poder bajo su mano.
Pero ya ven. Ahí la tienen. A la dueña y señora del aparato vistiendo los ropajes de la militancia en este nuevo y sensacional giro de una opereta que podría haber sido escrita por nuestro admirado Berlanga .
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