HISTORIA
Un siglo del germen de la plaza de Las Tendillas de Córdoba
La adquisición del Hotel Suizo y su derribo marcaron el inicio de diez años muy intensos en los que se urbanizó el espacio
LAS Tendillas viven durante esta crisis sanitaria días históricos, de hondos silencios rara vez conocidos. Sin veladores, sin niños en torno a la fuente y con escasos viandantes que la adornen y la habiten, convertida de este modo la plaza por su mutismo desacostubrado en un símbolo de un momento histórico incierto. Nada raro pues dicho recinto se alza desde varias generaciones como eje comercial y vital de la Córdoba contemporánea y cualquier cosa de fuste que ocurra en la urbe acaba por reflejarse en su vida intensa. Así ha sido desde hace ahora un siglo, cuando este enclave empezó a sustituir a La Corredera y sus alrededores como centro neurálgico de la ciudad. Se desarrolló ese proceso, que se consolidaría con el pasar de las décadas, durante las alcaldías de José y Rafael Cruz Conde y Pedro Barbudo y bajo la batuta del arquitecto Félix Hernández.
La idea de de replantear Las Tendillas como espacio simbólico de la nueva Córdoba venía sin embargo de mucho antes, pero la lentitud de la ciudad a la hora de realizar sus proyectos urbanísticos no es cosa sólo actual. Lo que había allí previamente, desde el siglo XV, era un espacio más irregular, con edificios en lo que hoy es el centro de la plaza. Se asocia de hecho desde sus inicios con unas pequeñas tiendas que acabaron dándole nombre y con los edificios que hacían de sede de la Orden de Calatrava , que allí estuvo hasta el siglo XIX. Las primeras referencias proceden precisamente de esa centuria pues fue ahí cuando se consolidó la idea en los próceres públicos de intervenir en esta zona y mejorarla, con algunas demoliciones de edificios que acarrearon críticas de expertos como Rafael Romero Barros.
En la segunda mitad de dicho siglo se fecha por ejemplo la reforma del edificio más antiguo que se conserva en el recinto, la sede del Instituto Luis de Góngora , nacido como Colegio de la Asunción siglos atrás y que en ese periodo se adaptó como centro de secundaria. También en el XIX se tomó la decisión de derruir las casas de la Encomienda de Calatrava , clave en el germen de la plaza, y de construir en parte del solar que quedó el Hotel Suizo , que ocupaba parte del centro del recinto que hoy conocemos. Este establecimiento pionero, con 75 habitaciones, lo construyeron los hermanos Puzzini y sus descendientes lo acabarían vendiendo al Ayuntamiento en 1919 por algo más de medio millón de pesetas.
Es precisamente esa adquisición la que permitiría al Consistorio afrontar el sueño de convertir esta zona, llamada por entonces Cánovas del Castillo, en el pulmón moderno de la ciudad. También enhebrar el eje Gondomar-Tendillas-Claudio Marcelo, proceso que se acabaría acometiendo hace justamente un siglo, en la década de los 20. Los primeros años de ese periodo fueron de toma de decisiones, entre las que destacó como punto de inicio señero la demolición del Hotel Suizo en 1923.
A partir de ahí, y bajo los criterios de Félix Hernández, se urbanizó la zona tal como se puede apreciar en el montaje de fotografías que se puede ver en la parte superior de esta página. Lo que en ese momento se acometió fue la redefinición de las alineaciones y de las calles concurrentes. La intención fue elevar la altura de manera uniforme a cinco plantas con el suficiente orden que guardara relación con la escala de la plaza, además de dictarse el estilo renacimento como composición estética.
Un ir y venir de obreros
Los años que se sucedieron a estas decisiones se convirtieron en un ir y venir de obreros y materiales, ya que se fue simultaneando la construcción de varios bloques emblemáticos bajo la dirección de un excelente grupo de arquitectos. De 1926 es por ejemplo el primero de ellos, conocido como el edificio de Telefónica y que desde sus inicios lo ocupó esta compañía. Su autor es Ramón Álvarez y las imágenes que se conservan de la construcción permiten comprobar el enorme entramado de andamios que durante varios meses ocupó la plaza. Del mismo año, aunque algo posterior, es otra de las construcciones emblemáticas del recinto, la de l a Unión y el Fénix, que hace esquina con Cruz Conde y que diseñó el arquitecto madrileño Benjamín Gutiérrez, colaborador habitual de la compañía aseguradora. Este inmueble se caracteriza por las columnas superiores, que sostienen un templete en el que luce el símbolo del Ave Fénix.
En 1927 también se implicó en este conjunto arquitectónico el cordobés Rafael de la Hoz Saldaña, padre de Rafael de la Hoz Arderius. Saldaña, que también firmó proyectos tan emblemáticos como la reforma del Círculo , diseñó el edificio que hace esquina con la calle Málaga. La década frenética de Las Tendillas se completó en 1928 con otro edificio en la esquina de Cruz Conde, obra del por entonces muy joven arquitecto cordobés Enrique Tienda, y con el Palacio Colomera, uno de los más hermosos del recinto, obra del propio Félix Hérnandez y convertido hoy en hotel. De ese mismo año es el edificio Siena, donde ahora se encuentra el Gran Bar y que diseñó en sus últimos años de vida el sevillano Aníbal González Álvarez-Ossorio. La fachada de ladrillo y estilo regionalista de este inmueble es seña de identidad de la esquina de Las Tendillas con la calle Jesús y María y pared propicia para el cerveceo de los clientes del Bar El Correo.
Aparte de esas construcciones, la década también permitió ver a los cordobeses el traslado al centro de la plaza de la escultura del Gran Capitán, obra de Mateo Inurria y que estaba instalada en el Bulevar desde 1923. La ‘mudanza’ contó con oposición vecinal, pero al final le dio a Las Tendillas ese símbolo inequívoco. Por último, en el edificio que hace esquina entre la calle Málaga y Jesús María, se instaló en 1929 otro elemento distintivo, el primer reloj que tuvo la plaza y que estuvo allí durante tres décadas. Con esos elementos quedó definido un espacio urbano con sabor muy siglo XX y que reivindicaba a la Córdoba contemporánea más allá de enorme valor patrimonial. Una plaza de Las Tendillas hoy silenciosa pero que espera el bullicio comercial que, más allá de arquitecturas y mudas estatuas, ha sido siempre su señal de identidad.