Luis Miranda - Verso suelto

Siempre tendrás sed

Nadie como Gutiérrez Aragón filmó la Semana Santa

Fotograma de la película «Semana Santa», de Manuel Gutiérrez Aragón ABC

Hace unos días volviste a ver la película , y te sorprendiste de que en su corto metraje, que no alcanza los tres cuartos de hora, hubiera tanta vida escrita. Has cambiado desde hace un cuarto de siglo, que es cuando te rendiste a la belleza de su luz y de las imágenes que trascendían de lo visible para mostrar algo también intangible, y parece que aquella cinta también ha ido acumulando todo lo que ha pasado en este tiempo, como si más que una Semana Santa congelada en el tiempo, cada año vivieses en la pantalla una Semana Santa distinta, aunque los planos y la música parezcan las mismas.

Quizá por eso la obra se llama con esa simplicidad definitoria, «Semana Santa» , y quizá por eso, andado el tiempo y pasados los años, muchos de los que llegaron después no sean capaces de apreciarla, porque no es una colección de giros y marchas ni una acumulación de tópicos, sino algo tan sutil como el relato personal de unos días con la textura idealizada de un sueño, con el aroma dulce de un recuerdo esencializado al que se le han quitado por el camino todo lo insípido o vulgar que se le pega estos días a la fiesta. Si la Semana Santa es una fiesta que se cuenta mejor que se vive, Manuel Gutiérrez Aragón , con la sutil guía de Carlos Colón , fue capaz de plasmarla casi mejor que nadie, y al cabo de los 25 años, te has encontrado que aquellas secuencias que te sedujeron, desde los primeros planos donde las imágenes parecen hablar más de la madera, hasta las atrevidas vistas aéreas, nunca después igualadas ni intentadas, en las que la ciudad parecía temblar con la fiesta, han cambiado tanto como tú mismo.

Por aquellos primeros días, cuando te asomaste al vértigo de aquella sucesión de estampas en movimiento que te movían el alma, tú no conocías Sevilla, y quizá cuando empezaste a pisarla y a quererla no como algo que se admira idealizado sino como aquello que se conoce lentamente en la tibia normalidad de lo cotidiano, superpusiste sin darte cuenta tu vida de verdad a lo que habías visto en aquella película, como si igual que los niños que quieren ser superhéroes, tú también hubieras repetido lo que aprendiste en una pantalla, que si estaba tan bien contado no era tan mala escuela.

De vez en cuando caes en que a los nazarenos blancos de la cruz de Malta siempre los veías de vuelta, nunca a la ida, que la mirada de anchos ojos al cielo de calado de aquel palio siempre te tomaba con la candelería gastada, y que la Virgen de la Victoria sí era tan desfallecida y honda como te habían contado. La música no te ha vuelto a sonar como entonces, porque esa orquestación de García Abril no obedece a la lógica exacta de la ciencia, sino a la caprichosa del recuerdo.

Por eso en la tarde este día, en que la vida ya nunca te lleva en aquel camino que cogiste algunos años, vuelves a bucear en la memoria y se te mezclan unos recuerdos con otros, y si alguna vez tuviste esperas que parecían eternas, bullas en que las conversaciones banales te chafaban los silencios, al cabo del tiempo se te iba quedando otra vez el relato idealizado, como si te hubieras hecho sin darte cuenta una película en la cabeza que correspondiera con aquella que tantas veces, casi siempre un día al año cuando la luz te recuerda a aquellas calles que amabas, pones para seguir pensando que nunca te fuiste de Sevilla en Semana Santa . Porque, como dijo el poeta, aunque una vez bebiste en su profundo cuenco de agua resonante, ya siempre tendrás sed por los caminos.

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