José Javier Amoros - PASAR EL RATO

Lo de siempre

Ambrosio hace balance con un pensamiento de Selectividad: «Poner a las personas por encima de los números»

No hay argumentos nuevos, hay maneras nuevas de tratar el mismo argumento. Un hombre y una mujer se quieren, ponga usted el resto. En eso consisten la literatura y el periodismo, en el resto. ¿De qué escribimos hoy? De lo de siempre, pero distinto. Será si es usted capaz. Eso, será si somos capaces, que no creo. Si uno tuviera una idea clara de lo imposible, se hubiera dedicado a ir a pescar y no a escribir.

¿Sabía usted, señora, que en Córdoba hay huelga de autobuses? No constantemente, algunos días y a algunas horas nada más. Para justificar la cólera de un dios menor. El gerente no se ha ido a pescar, y de ahí derivan todos los males. Los lunes, los miércoles, los viernes, de 6 a 9, las paradas están vacías. Recorrer una ciudad moderna y bulliciosa, como Córdoba, que se ha quedado sin autobuses —aunque hace falta voluntad para recorrerla tan temprano—, ver las paradas huérfanas de pasajeros, con el hueco que deja en la acera la ausencia del camarero, de la mocita de peluquería, del estudiante de selectividad, gente en la que no habíamos reparado hasta hoy, en la que reparamos por el hueco que dejan, como si nos hubieran abandonado, encoge un poco el corazón. Son paradas como de tarde de agosto en una Córdoba vaciada de sí.

¿Sabía usted, señor, que nuestros estudiantes, esa pasión inútil que hemos amado tanto, ya no volverán a examinarse de Selectividad? Ni falta que les hace, ni falta que nos hace. ¿Y de qué se examinarán en adelante? Porque la ocupación principal del estudiante es examinarse. Todas las reformas educativas desembocan en el mismo tanatorio: el examen. De este modo, el estudiante no aprende, sino que almacena información para volcarla sobre unos funcionarios a quienes el estudiante les tiene sin cuidado. Sólo se preocupan de que las respuestas sean las correctas. ¿Y no podría suceder que las incorrectas fueran las preguntas? A preguntas incorrectas, respuestas indiscretas, debería ser el lema de todas las pruebas. ¿De qué otro modo se puede contestar a una pregunta que tenga por protagonista a esa escritora famosa y menor, como el dios cabreado de los autobuses, que se llama Almudena Grandes?

Y si ya no podemos examinarnos de Selectividad, ¿a qué dedicaremos nuestra vida de estudiantes? A lamentarnos, joven. Vaya por Dios, hoy tampoco he leído, o únicamente he leído manuales de asignaturas, que es como no leer. Hoy no he escrito, salvo tomar apuntes, que es como no escribir, otro día perdido. Hoy me he cambiado de ropa, pero no de adjetivos y de adverbios, que llevo los mismos del año pasado, se me está descomponiendo el cuerpo del idioma; y si no pongo remedio, pronto apestará mi personalidad.

La alcaldesa de Córdoba, otro argumento sin relieve, ha hecho balance de su primer año mandando, o así. Llama la atención este pensamiento de examen de Selectividad: «Puedo decir que estoy a gusto porque estamos haciendo lo que dijimos, que es poner a las personas por encima de los números». La mejor forma de hacer visible esta imagen poderosa es poniendo a los pasajeros de los autobuses municipales a viajar sentados en el techo, de manera que vayan por encima del número de la línea. Una alegre metáfora del compromiso político de la alcaldesa. Su gobierno es poesía.

Contad si van seiscientas palabras, y está hecho.

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