Luis Miranda - VERSO SUELTO
Sí pasarán
En estos años se han sucedido en la Mezquita-Catedral obras e intervenciones y el patrimonio les ha importado poco
Llegó Waterloo. Las milicias se dejaron la piel, soportaron el fuego terrible de las leyes, la carga de los informes favorables uno detrás de otro, se ilusionaron cuando el enemigo parecía enredarse en las trampas de la burocracia interminable y pensaron alguna vez que se retiraría, pero al final ha llegado la derrota. No fueron a luchar armados con argumentos racionales, sino con prejuicios, posverdades y relatos maniqueos que aunque formaran gruesas barricadas no han resistido el bombardeo del respeto a las normas. Sí pasarán.
Sobre el césped queda todavía sangre y el canto triste que proclama la certeza de que se ha rendido la plaza: se quitará una de las cuatro celosías del Patio de los Naranjos para convertirla en una puerta practicable para las cofradías en Semana Santa. La licencia de obras de la Gerencia de Urbanismo habrá tardado un poco, pero no hubo más remedio que capitular de forma honrosa delante de quienes fundamentaban en razones y escrupuloso respeto al patrimonio lo que pretendían.
Ahora a los que han peleado por mantener en su lugar una celosía de los años 70, casi una anécdota en un edificio con intervenciones a lo largo de más de un milenio, se tendrán que conformar con la poética del perdedor, con la dulce melancolía del derrotado que se retira a sus cuarteles para recordar, una y otra vez con una copa de vino en la mano, las oportunidades perdidas para haber ganado la guerra. De aquí les sale casi un género literario: versos elegíacos para lamentarse de que la Mezquita que otro tiempo fue corazón de la Córdoba de las tres culturas ahora esté llena de nazarenos y consagrada al culto católico, cancioncillas lamentándose de la suerte de aquellas piezas de madera que tamizaban la luz, ucronías noveladas donde la historia termina bien para ellos, teatro con curas de malos malísimos que llenan de capillas el espacio limpio de las columnas que aparecen en las fotos que a ellos les gustan.
El fracaso tiene un perfume de distinción mucho más atractivo que la victoria y en la memoria quedará el gesto heroico de la gente de Ganemos Córdoba al votar que no a la licencia. Bordeaba la prevaricación, porque la segunda puerta tenía todos los permisos de quien vela por el patrimonio, pero había que sostener el discurso de la conservación y enmascarar el anticlericalismo, ya rancio como un trozo de tocino pasado.
En los años en que estos heroicos soldados combatían con en las trincheras de los comentarios y las redes sociales, la salvaguarda de la Mezquita-Catedral les ha importado poco, quizá porque en realidad no la conocen. La gran obra del crucero y el coro abrió ventanas y dotó de gran luz a su parte más odiada: el corazón del templo cristiano, y no se les escuchó decir nada ni sobre la autorización de Cultura ni sobre el proyecto de obras. El mihrab les tendría que importar un poco más y tampoco han fiscalizado las primeras obras, y seguro que al pedir la licencia los cachorros de Podemos no dicen esta boca es mía.
Ahora, como tampoco habrá nadie que les quiera derribar el precario castillo de naipes de su historia, tienen unas cuantas décadas para seguir con el relato de víctimas del oscuro poder de la Iglesia y de defensores de las causas perdidas de la cultura, clamando al concejal de Urbanismo como Octavio Augusto tras su derrota en Germania: «Pedro, devuélveme mi celosía»