Baltasar López

Señor Andrés Ocaña, gracias

Esto no es una hagiografía, sino un reconocimiento crítico a una figura clave de la historia local

Ésta es una de esas columnas que no querría escribir. Está hecha con una guadaña empujándote. Redactas porque alguien ha fallecido y, encima, lo ha hecho demasiado joven. Es Andrés Ocaña , quien culminó una extensa e importante trayectoria en el Ayuntamiento ostentando la Alcaldía de 2009 a 2011 . Esto no será una hagiografía, sino un reconocimiento crítico a una figura clave de la historia reciente de Córdoba. No me gustó su gestión como regidor ni la de Rosa Aguilar , de la que fue omnipresente «número dos» en Capitulares.

Tuvo dos agujeros negros. El más grave, que oscureció su carrera, fue el de la construcción por el entonces todopoderoso Rafael Gómez de las naves ilegales de Colecor siendo él edil de Urbanismo. Siempre alegó que el Consistorio no paraba obras cuando eran legalizables. Era algo totalmente rebatible, pero no reabriré el debate porque él ya no está para poder entablar esos duros y estimulantes intercambios de opiniones que tuvimos. En el citado cargo y luego como primer edil tuvo la otra gran sombra de su trayectoria: no fue capaz, primero, de encauzar el Palacio del Sur y, después, de desecharlo cuando se vio que era inviable. Sólo nos legó una triste herencia: Capitulares gastó 10 millones en un faraónico equipamiento del que no puso ni la primera piedra.

Entre los elementos destacables de su labor, me quedo con dos de su etapa como primer edil. Fue para dejarse las palmas en carne viva aplaudiendo que el Ayuntamiento mantuviera el gasto social en plena recesión. Y realizó un buen trabajo con la candidatura de la Capitalidad . Además, reseño su disposición permanente a atender a los periodistas. Sus conocimientos de la maquinaria municipal, su rapidez mental y su carácter fuerte en sala de prensa hacían que preguntarle fuera un reto. Frente a eso hoy han surgido representantes públicos que operan con argumentarios prefabricados, comunicados y cuestionarios afeitados para evitar revolcones. Sienten alergia a dar explicaciones ante los medios. No comprenden que, cuando nos atienden, a quienes rinden cuentas es a los ciudadanos que les pagan el sueldo.

La próxima vez que un cordobés vaya a arreglar el mundo con esa poderosa arma de transformación social que es la copa en vaso de balón desde la trinchera de una terraza poniendo a parir a toda la clase política bien haría en contar antes hasta un millón. Así tendría tiempo para repasar, o estudiar, la figura de personas como Ocaña. Era alguien con su porvenir resuelto -tenía su plaza de profesor- y podía haber vivido tranquilo. Pero se dedicó a complicarse la existencia 16 años en los que fue edil y alcalde buscando hacer más fácil el día a día a sus paisanos. Ante semejante sacrificio, que sufrieron su familia y sus amigos, sólo queda dejar de ser periodista por unas líneas. Como ciudadano quiero agradecer a este político que se nos acaba de ir sus esfuerzos por construir una Córdoba mejor para todos.

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