Aristóteles Moreno - Perdonen las molestias
Selfie entre ruinas
Abrir Medina Azahara para su contemplación nocturna es una idea sugerente siempre que no sea en detrimento de su sentido vital
DICE Juan Bolaños que el yacimiento arqueológico de Medina Azahara es como la Universidad de Rabanales. Es decir: un centro de conocimiento cuyo propósito fundamental es generar más conocimiento. No sería razonable, argumenta Bolaños, que se empleara dinero en iluminar el Campus de Rabanales para que la gente pudiera visitarlo de noche mientras no hay fondos para la investigación. La metáfora viene a colación del anuncio de la firma de un convenio entre la Junta de Andalucía y Endesa para invertir 390.000 euros en un proyecto de iluminación nocturna de la gran ciudad califal del siglo X.
Juan Bolaños es miembro de Amigos de Medina Azahara. Antes de ayer se presentó en la Cope con Manuel Pedregosa y Juan Serrano, arquitecto y presidente de la asociación, para reflexionar en voz alta sobre esta iniciativa que busca reforzar el conjunto arqueológico como reclamo turístico. La de Amigos de Medina Azahara es una amistad auténtica por aquel territorio de ruinas y memoria. Sin contrapartidas ni intereses inconfesables. Sus consideraciones, por tanto, deben ser escuchadas con atención.
El complejo cultural, agregan nuestros amigos de Medina Azahara, tiene en nómina a un arqueólogo y un conservador, aparte de los servicios administrativos y de vigilancia. La iluminación nocturna obligaría a doblar turnos para atender a una nueva remesa de turistas, con la particularidad de que por la noche todos los gatos son pardos y en el recinto se desperdigan miles de pequeñas piezas que contienen el incalculable precio de la historia.
Bolaños dice lo siguiente: «Nos preocupa que lo principal empiece a trabajar para lo accesorio». Lo principal, en su opinión, es la investigación. Lo accesorio, el turismo. El proyecto de iluminación, desde esa óptica, exigirá nuevos recursos económicos y humanos, previsiblemente en perjuicio de las labores centrales de Medina Azahara: conocimiento, conservación y difusión. El yacimiento, sostiene, no es un simple monumento. Es otra cosa. Y agrega: «El patrimonio sirve para hacernos mejores y contribuir al conocimiento. No para hacernos un selfie».
Sus argumentaciones caen a plomo sobre una cuestión compleja. ¿Dónde están los límites de la explotación comercial del patrimonio histórico? «Un turismo masivo es más depredador que constructivo », advirtió en esa entrevista Juan Serrano. Medina Azahara se ha enfrentado a una doble dificultad para traducir su potencial arqueológico en rendimiento turístico. Primero, su alejamiento del centro urbano. Segundo, el obstáculo que representa interpretar el lenguaje críptico de las piedras.
Cuando en 1985 el arqueólogo Antonio Vallejo fue nombrado primer director del yacimiento, Medina Azahara era un conjunto de piedras devoradas por los jaramagos. Un vigilante constituía todo el aparato conservacionista de uno de los grandes tesoros universales del arte omeya. Hasta entonces, la ciudad de Abderramán III había sido entregada a un expolio devastador durante siglos y sus piezas pueden ser adquiridas hoy en algunos de los mercados internacionales del tráfico legal de patrimonio.
En todo este tiempo, la Junta ha protagonizado un trabajo soberbio de recuperación de esta ciudad andalusí que deslumbró al planeta. Ha invertido ingentes sumas de dinero público y recursos humanos, que en 30 años han logrado colocar a Medina Azahara a las puertas del máximo reconocimiento cultural de la Unesco. Abrir el yacimiento para su contemplación nocturna es una iniciativa sugerente siempre que no sea en detrimento de su sentido vital. La investigación y el conocimiento. En esto, como en todo lo demás, escuchemos a los Amigos de Medina Azahara.