APUNTES AL MARGEN
La seguridad imposible
Buena parte del aparataje básico de la Administración ha decidido dejar lejos a quien tiene que servir
Probablemente haya sido el ministro Castells, felizmente reaparecido , el que haya establecido la declaración más sincera sobre la vuelta a las aulas: « El plan B no existe, consiste en sobrevivir en las condiciones que podamos ». Con todo lo que se pueda opinar sobre su desempeño ministerial, el veterano estudioso ha tenido los arrestos intelectuales de decir las cosas como son. Las posibilidades reales de articular una respuesta a una amenaza invisible -capaz de transmitirse sin generar un mal moco en un alto porcentaje de sus portadores- son escasas. Una cosa es que la presencia de mascarillas, de más higiene o de más atención a las personas con síntomas pueda evitar contagios y otra el riesgo cero que, por definición, es incompatible con la reunión de grupos humanos de procedencia diversa.
Viene esto a cuenta del gran número de representantes públicos -de toda competencia en este país de fueros medievales- que han «garantizado», con todas las letras, una vuelta segura a las aulas, a los destinos turísticos o a la más básica producción de bienes y servicios. Garantizaban algo que, sencillamente, no estaba en su mano dada la naturaleza de la amenaza.
Un virus que pasa de persona a persona con un beso, un buenos días o una conversación lo suficientemente prolongada y estrecha. El golpe de realidad, que se esperaba para los meses más fríos del otoño, se ha adelantado, y de qué modo, con el aumento de los contagios. Con un matiz de cierta relevancia sobre los primeros compases de la pandemia. Los números oficiales actuales se pueden parecer más a la realidad ahora que sí se han generalizado los análisis de detección en contra de lo que pasaba en marzo ante la ausencia de materiales básicos para su desarrollo, lo que motivó que tuvieran un uso exclusivamente hospitalario.En román paladino, no es posible dar garantías de seguridad. Y eso es lo mejor que puede haber hecho el consejero Imbroda: advertir de que habrá contagios en los centros escolares porque los habrá . Su gran pecado es el que aqueja a la totalidad de la Administración en estos tiempos: la omisión de responsabilidades .
Basta intentar pedir una cita médica para un asunto menor en un centro de salud o ver las colas que se forman en las puertas de los edificios institucionales para realizar cualquier gestión. Buena parte de los servicios públicos de proximidad han optado por expulsar a los usuarios lo más lejos posible de sus instalaciones en un asunto que debería mover a una reflexión de gran calado sobre qué Estado tenemos cuando las cosas vienen mal dadas . Si en el futuro van a pedir que nos entendamos por móviles y ordenadores, háganse a la idea de que el mensaje es que usted, querido contribuyente, será quien cargue con el esfuerzo del trabajo que está pagando para que le den servido.
La única opción es sobrevivir, sobrellevarlo, convivir con ello. Llegar lo mejor posible a las fechas en las que las autoridades sanitarias den el visto bueno a vacunas viables y seguras. E incluso en esas fechas habrá que lidiar con sus posibilidades de adquisición y con la logística de su reparto . No existe ninguna garantía de nada y quien se la exprese de manera tajante lo único que está haciendo es mentirle campanudamente. Es tan absurdo declarar una estancia libre de coronavirus como hacerlo de la gripe o del bacilo de Koch . Tanto es así que los que dispensaron esos distintivos de «Covid free» tendrían que haber advertido que, en inglés, la misma palabra sirve para decir que se está libre de algo y de que es gratis. Lo cual parece más probable.
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