Aristóteles Moreno - PERDONEN LAS MOLESTIAS

Sandotrump

Igual que su alter ego del Atlántico, Gómez construyó un antidiscurso antisistema siendo como era él un producto genuino del sistema

Rafael Gómez Sánchez, multimillonario del taco y apoteosis del hombre hecho a sí mismo, desembarcó en el Ayuntamiento de Córdoba en 2011 para remover los cimientos de la política universal. Su programa de gobierno cabía en un flamenquín con patatas fritas y su antidiscurso de mercería penetró en las masas enfervorecidas como un cuchillo se hunde en la mantequilla caliente.

Sandotrump tenía la fórmula mágica para multiplicar los langostinos tigre y pulverizar las cifras del desempleo a partes iguales. Ahí estaba él y su imperio inmobiliario para atestiguar que el éxito y la prosperidad no necesitan iniciativas legislativas ni debates parlamentarios. Todo lo que se requiere para triunfar en la vida apenas ocupa media cuartilla y un olfato innato para detectar la oportunidad de negocio. Punto pelota. Todo lo demás pertenece al mundo inútil de los papeles y los discursos huecos.

El héroe de Cañero vino a darle la vuelta al estatus quo como a un calcetín. Irrumpió como un huracán dispuesto a triturar las instituciones, demoler los aparatos del Estado, liquidar los procedimientos, aniquilar los consejos de gobierno, relegar los plenos municipales y, en resumidas cuentas, tirar por la calle de enmedio de sus santos bemoles. Para Sandotrump, las leyes y los decretos, las normas y los edictos, constituían un estorbo a su gestión directa y sin contemplaciones.

Por ese camino, se erigió en el arcángel de la antipolítica. Y ahí, en ese nicho comercial, acumuló un capital electoral de alto voltaje que cerca estuvo de catapultarlo al sillón de Capitulares. Los debates plenarios discurrían alrededor de su melena plateada al modo en que un carrusel de feria gira y gira con su movimiento hipnótico. Sandotrump ya lo dijo con su verbo crudo como una lechuga fresca. Esto es un pego. Una pérdida de tiempo. Un cero a la izquierda. Una castaña pilonga.

Exactamente igual que su alter ego del Atlántico, el señor Gómez levantó sus dominios al amparo de un sistema que se saltaba a la torera cada vez que le traía al fresco. Y exactamente igual que el magnate americano construyó un antidiscurso antisistema siendo como era él un producto genuino del sistema. Lo que viene a indicar que en política, a veces, lo importante no es lo que seas sino lo que los demás creen que eres.

A diferencia del flamante presidente de Estados Unidos, el constructor cordobés carecía de las dotes escénicas que han encumbrado a Trump a la cima del planeta. El verbo de Rafael Gómez era chusco como un canasto de esparto. Sórdido, simple y zafio de quien se pavoneaba con publicidad y alevosía de no haber leído un libro en su vida. Con esa materia prima, se granjeó la confianza de 25.000 ciudadanos y se aupó como segunda fuerza (anti)política de la ciudad. Que no es moco de pavo.

Sandotrump es un tumor del sistema que amenaza con colapsar el organismo. Marbella coronó al multimillonario Jesús Gil para que limpiara la ciudad y le volviera a dar un lugar en el mapa. Lo demás ya lo conocen. Se metió el programa de gobierno en la cartera y, cuando Marbella despertó, el embaucador colchonero había vendido la ciudad a precio de saldo.

Esas son las consecuencias de entregar las instituciones a un hombre de negocios cuya frontera ética limita al norte con su cuenta de resultados. Que tarde o temprano confunden las churras con las merinas de su bolsillo. Y, si encima, contaminan el aire con un estilo ordinario, chabacano, machista y faltón, apaga y vámonos.

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