Opinión
«Salvemos el tejido productivo», por José Luis Vilches
El autor aboga por invertir desde lo público y lo privado para combatir los efectos negativos de la pandemia
Las pymes y los autónomos colaboran al sostenimiento de la economía y al bienestar ciudadano a través del consumo, el ahorro, los impuestos, pero, de manera especial, con su función social de creación de empleo. Cada vez que una pyme o autónomo cierra, se producen ciertos efectos negativos para el resto de la sociedad: la pérdida de empleo se traduce en un costo añadido para la ciudadanía, al tener que asumir las prestaciones sociales que lleva implícitas: ERE o ERTE .
En segundo lugar, supone la pérdida de ingresos para el Estado por cese de actividad en concepto de impuestos locales, regionales y nacionales , a lo que se suma la influencia negativa que traslada a todos sus proveedores, clientes y empleados, multiplicándose su efecto como una bola de nieve.
Tercero, el desalojo de la competencia en favor normalmente de las medianas y grandes empresas, que al tener mayor músculo financiero superarán, aunque con muchas dificultades, la crisis . A la salida, se van a encontrar con unos mercados mas favorables, debido a la desaparición involuntaria de gran parte de la competencia. Si se entiende que la competencia leal, es sinónimo de libertad, de eficiencia y de eficacia.
¿Qué hacer? Todo menos quedarnos haciendo el egipcio (mirar al lado). A título individual y colectivo, lo que esté a nuestro alcance. Todo menos estar pasivos ante esta crisis económica, social, familiar, de valores... Hay que salir cada día a ganarle a la crisis. Desde el á mbito sanitario , compatibilizándolo con el económico, ambos frentes están abiertos y tendremos que armonizarlos, no puede primarse el uno sobre el otro: o ganamos en ambos o esta sociedad habrá perdido.
Hay que terminar con las colas del hambre , apoyando a las organizaciones que son conocedoras reales de las muchas necesidades. Me estoy acordando de tantas oenegés y organizaciones de todo tipo, color e ideología que todos conocemos.
Tenemos que cubrir con dinero público o privado todas sus necesidades. Cada euro que dediquemos a esta imprescindible y colectiva labor, no quepa duda que tiene su c orrespondiente retorno a la sociedad . ¡Cuánto se echa en falta la tarjeta solidaria!
Ni una empresa o autónomo más cerrados. Hay que ayudarles con ayudas directas, para que puedan mantener los negocios abiertos, ayudarles con el pago de la luz, los alquileres , eximirlos de impuestos y cuanto haga falta para que se mantengan abiertos y dispuestos a reanudar su trabajo en cualquier momento; su situación será no tener beneficios, que ya es bastante, pero no podemos pedirles que aumenten su sacrificio soportando pérdidas que les obliguen a cerrar definitivamente.
Cerrarles las empresas por decreto puede que sea legal, pero desde luego no parece justo si no se les ofrece una compensación. Nuestras pymes y autónomos no pueden ser los grandes perdedores de la crisis.
Tiempos vendrán con la normalización para que, una vez recuperada la actividad, les pidamos la compensación a ese esfuerzo colectivo con el inmediato cese de las ayudas y la reclamación de sus compromisos económicos y sociales.
No se trata de una subvención, ni de un préstamo, es una inversión de la sociedad en su conjunto; fundamental y necesaria por estas circunstancias tan anómalas y graves. Se necesitan medidas extraordinarias, justo durante el tiempo que duren estas circunstancias especiales, ni un minuto más, y luego, el retorno al mercado, a la competencia, a las reglas de juego de una economía de mercado.
¿No puede y debe el Estado, entendiendo como tal también a los ayuntamientos, las comunidades autónomas, las diputaciones… garantizar transitoriamente la supervivencia de todo su colectivo de Pymes y Autónomos, en mayúsculas, para mantenerlos preparados a recuperar al menor destello de la salida de la crisis, la inversión que circunstancialmente hemos tenido que hacerles? ¿Qué opinarán sindicatos y patronales?
¿Podemos dejar morir estos colectivos garantes de la libertad de mercado y de la libre empresa, y caer en la tentación de intentar la implantación de otros modelos económicos? Apuesto por la primera solución, por la ayuda circunstancial, mucho más económica socialmente y más eficaz. Me separo de los puristas liberales, y por supuesto de tanto colectivista y totalitario como pululan en nuestro entorno.