AGUILAR DE LA FRONTERA

«Yo sabía desde el primer día que había sido mi padre»

El hijo pequeño de Ángeles Zurera revela nuevas pruebas que podrían resolver la desaparición de su madre a punto de cumplirse 12 años de un caso que no se ha resuelto

Daniel Reina Zurera, en la habitación donde vio a su madre por última vez en 2008 antes de que se produjese su desaparición VALERIO MERINO

P. García-Baquero

Daniel no quiere saber nada de su padre. Ni siquiera lo nombra como padre. Podría vivir holgadamente si trabajara en la empresa de maquinaria y excavaciones con su progenitor, pero decide levantarse cada día a las 6 de la mañana para ir a varear olivos. Está convencido de que ese hombre, «el innombrable», acabó con la vida de su madre, Ángeles Zurera, en marzo de 2008 . «A mí no me hizo falta que me lo dijera la Guardia Civil, desde primera hora sabía que era él. No apareció por aquí cuando desapareció. Sabía que había amenazado a mi madre, que le había pegado, que la acosaba...

Yo estoy convencido de que la mató al cien por cien, pido si no es así que me corten las manos», asegura sin un atisbo de duda sentado donde su madre se sentaba frente a la televisión. Hace unos meses que el Juzgado de Aguilar ha recibido el volcado de unos teléfonos móviles por parte de los peritos de la Guardia Civil -pagados, dice, por la propia familia- y se abren posibilidades de que se esclarezca esta desaparición.

Sin embargo, los rastreos, de momento, están parados porque según dice Daniel Reina Zurera , «no hay recursos económicos para nuevas excavaciones». Este joven, que el próximo mes pasará por el altar sin poder ir del brazo de de su madre como madrina, recibe a ABC en la casa familiar, donde doce años después de que se perdiera su rastro todo está prácticamente como lo dejó Ángeles, menos el jardín que se apagó cuando ella cruzó el zaguán a las afueras de Aguilar de la Frontera. Ángeles desapareció en la madrugada del 2 de marzo donde, según la familia, alguien esconde algún secreto.

« Ya no busco a mi madre viva , pero alguien tuvo que ver algo, pero tiene miedo a hablar, es imposible que nadie viera nada esa noche», asegura Daniel, quien cumplió los 18 años con el mazazo de perder a su madre. Este joven, a punto de cumplir 30, asegura que era crónica de una muerte anunciada. Él mismo llevaba meses sin hablar con su padre porque sabía que le hacía daño a su madre. El hijo menor de Ángeles recuerda que tras la separación, su padre se la llevó a una nave y la apaleó. Ella llegó a casa con un golpe fuerte en un ojo, pero les dijo que se le había cruzado un perro en la carretera. A su abuela le dijo que se había caído por las escaleras. Fue condenado por eso. «A todos nos intentaba proteger, dejarnos al margen. Mi madre jamás nos hubiera dejado», dice su hijo.

Llamadas sospechosas

El mismo día de la desaparición de Ángeles, según información que ya obra en manos del juzgado, su padre hizo un montón de llamadas: entre ellas, a su hermano (sólo un año mayo que él), a un depósito de gasoil y al notario , todo de madrugada». «¡Fíjate quién llama de noche al notario un domingo!», exclama extrañado.

El padre les dijo que eso era mentira, que no había hecho esas llamadas, pero en Telefónica les dieron esos datos. «En uno de los teléfonos de mi madre se borró todo y eso no fue sin querer, eso olía a quemado», asegura Daniel. El primer día que se dieron cuenta de la desaparición de su madre, por la casa pasó todo el mundo, incluso gente que ni conocía. Su padre, dice, aprovechó esa mañana para llevarse cosas de la habitación conociendo que Daniel no estaba. Había familiares por parte del padre que borraron pruebas y le ayudaron, cuenta. Lo peor de todo es que el único investigado por esta desaparición y Daniel viven a pocos metros y se cruzan. «Él busca provocarme; llegaron incluso a pegarnos a mí y a mi abuelo que le dijo a su ex yerno que por qué colgaba la foto de la desaparecida en el camión, que si pretendía reírse de todos, sabiendo lo que había hecho. Yo acabé en el calabozo, cinco o seis pegándome a mi, y me llevaron a mi a la Comandancia. Me dijeron que era por resistencia. Yo pensé que era el mundo al revés», asegura.

Desde su casa se ve el nuevo chalé donde el único investigado en la causa vive con su pareja. Su hermano mayor, cuenta Daniel con resignación, estuvo trabajando con su padre, ahora no lo hace, pero no quiere hablar del tema. Era el único que estaba en la casa esa noche, en el sótano jugando como un niño más. Es probable que no se enterara, reconoce su hermano, pero también de que prefiera no hablar. « Hablar con él es como si le hablaras a una videoconsola . Espero que ahora que espera un hijo sea mejor padre que hijo con su madre», asegura Daniel con la cabeza alta por defender a su madre. «Estamos unidos obligados a ser hermanos. Pero gracia no me hace su actitud», admite. Sólo pide a la Guardia Civil que intervenga e investiguen más con más ayuda y más recursos como en otros casos mediáticos.

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