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Resurrección

Este Domingo de Ramos, la cara de ilusión de los adultos le empataba a la de los niños

Salida de la Borriquita el pasado Domingo de Ramos en Córdoba Valerio Merino
Baltasar López

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Este Domingo de Ramos resultó ser un maravilloso dos por uno porque tuvo mucho del de Resurrección. Fue el día por antonomasia de los (re)estrenos, después de que el Covi d incluyera dentro del calvario al que nos sometió dejarnos dos años sin las procesiones que tenemos incrustadas en nuestro ADN . Por eso, cuando la Borriquita salió de San Lorenzo , esta vez la cara de ilusión de los adultos le empataba a la de los niños que desenvolvían por primera vez el regalo de emociones que les supondrá para toda la vida la Semana Santa.

Ellos no se darán cuenta, pero, para la mayoría de nosotros, éstas serán jornadas en las que la bulla de sentimientos -los religiosos, los estéticos o la reconfortante sensación de quedar de nuevo con amigos y familiares para volver a contemplar a las cofradías en aquellos espacios que son parte de nuestro itinerario de recuerdos- será especialmente intensa. Porque, tras las dos caídas a las que obligó el coronavirus, ver los pasos bajo el palio del cielo de Córdoba es otro golpe de llamador más al optimismo por estar superando al fin el vía crucis de esta epidemia, cuyo máximo exponente trágico son los 1.340 paisanos que no podrán disfrutar nunca más de esta Semana de Pasión .

A lo que nos hemos enfrentado ya este Lunes Santo , y parece que únicamente tendremos que volver a hacerlo el Martes, es a un adversario cotidiano para los cofrades: al infierno hecho de agua (bellísima metáfora que le tomo prestada a Luis Miranda, compañero en ABC Córdoba ) o a su abrasadora amenaza. Tener que suspender por el mal tiempo su procesión es para cualquier hermandad una riada de pena, pero, una vez achicada la tristeza del alma, vuelve a brillar la ilusión en la siguiente Semana Santa .

El sonido del martillo de la Entrada Triunfal ha sido música celestial para nuestros oídos y una llamada a que salgamos, siempre que el cielo nos lo permita, a disfrutar de nuestras cofradías. Tenemos que hacerlo, eso sí, con la máxima responsabilidad. La Consejería de Salud , el capataz que nos ha guiado en los tiempos del coronavirus, ya nos ha advertido de que, en cuanto atisbemos bulla, hagamos la ‘levantá’ de nuestras mascarillas a la boca. No le demos al Covid ni una oportunidad de que resucite con fuerza.

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