Pretériro imperfecto
La resonancia del festival
El Festival de la Guitarra vive su particular «crisis de los cuarenta» instalado en el confort y la falta de ambición
El Festival de la Guitarra cumplirá cuatro décadas el próximo 2019 y no cabe duda de que ha entrado en la famosa «crisis de los cuarenta» . De un tiempo a esta parte vive en el más absoluto confort, sin un gramo de ... ambición, y experimentando sin éxito para buscar una especie de personalidad propia que no llega en medio de la hiperinflación de festivales veraniegos que asolan España . Hace cuarenta años, cuando Paco Peña tiró para adelante con una idea que se antojaba peregrina, ese mismo panorama musical nada tenía que ver con las fórmulas repetidas hasta la saciedad que conviven ahora en la costa o el interior y con nombres de los más variopinto. De un tiempo a esta parte, el festival de las seis cuerdas ha entrado, además, en un elenco de edad media jurásica que empieza a desplazar a nuevos y jóvenes adeptos del graderío y a convertir el escenario en una especie de Cementerio de los Elefantes . Y aun así, lo primero que hay que reconocer es la dificultad que entraña cada edición que pasa sacar adelante un programa que pide a gritos una renovación y un refresco sin perder las señas de identidad que lo han llevado hasta esta cima de solera pero con mayor amplitud de miras.
Que el Festival de la Guitarra es una suma de géneros y una suma de públicos es uno de sus axiomas más inexorables. Que el flamenco y el jazz, principalmente, son sus raíces, resulta igual de indiscutible. A partir de ahí, la cita musical por excelencia de Córdoba -con permiso de un devaluado Concurso Nacional de Arte Flamenco - ha ido buscando espacios de crecimiento, mestizaje y resonancia. La guitarra es uno de los instrumentos más universales de cuantos existen y a cuya patria potestad no podemos renunciar bajo ninguna de las maneras. La guitarra tiene su gran casa en Córdoba y es el nexo de unión de multitud de estilos y expresiones artísticas. Mejor bandera imposible. Pero el Festival no puede quedarse apalancado en una suerte de confortable carrusel de artistas de culto a la luz de la luna. Cada vez más hermético y encapsulado y menos promocionado y explicado fuera de la ciudad. En mi humilde opinión, no se trata de romper con esa conjugación de ruselles, barruecos, ceperos, tomatitos o «jazzman», pero sí hay que apostar por un tronco estelar que sirva de escaparate y atractivo al público de todas las edades. Los conciertos que son capaces de llenarte una ciudad en un fin de semana.
El fiasco de Rosalía -del que aún no tenemos todas las cifras reales- ha surtido un doloroso rejón al Festival de la Guitarra al que, por contra, podría haber dado una mayor caja de resonancia con sólo plantearse la actuación de la diva poligonera en el corazón del cartel de julio, dándole su sitio a la Noche Blanca del Flamenco y, de paso, dejando algunos recursos más en las arcas para otro tipo de eventos culturales necesarios. Rasgueo final.
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