VIEJA REIVINDICACIÓN

Los vecinos de Ciudad Jardín, de Córdoba, piden que se frene la decadencia del barrio

El barrio de la Plaza de Toros ha elevado su voz para pedir una actuación integral para su limpieza y revitalización

Hierbas, en el bulevar de Gran Vía Parque, en Ciudad Jardín Valerio Merino

P. García-Baquero

Entrar en Ciudad Jardín desde la avenida de Conde Vallellano por Camino de los Sastres es como ir a un pueblo en medio de la ciudad, a 10 minutos a pie de la plaza de las Tendillas. Costa Sol es el kilómetro cero de un barrio castizo con más de 70 años de antigüedad donde habitan casi 16.000 personas. El deterioro de sus fachadas, de sus calles diseñadas para los años 60 sin apenas parque móvil hacen difícil una rehabilitación integral.

El presidente de la Asociación de Vecinos Nueva Ciudad Jardín , Antonio Guerrero, llegó a él en 1997, cuando la calle Antonio Maura era el epicentro de los estudiantes. Procedente de un pueblo extremeño y ahora profesor universitario, Gallego pelea para devolverle el esplendor de esos años de bullicio de jóvenes y de negocios en cada esquina.

La denuncia vecinal es histórica en este barrio pero los vecinos plantean al Ayuntamiento con el que han iniciado una ronda de contactos, a través de los distintos partidos políticos, para que se convierta en un laboratorio de políticas sociales mediante la intervención municipal. «Tenemos la mayor población inmigrante [de Córdoba] en estas calles, los mismos que trabajan y cuidan de los mayores que cada día son más; hay estudiantes que pueden acceder a la compra posterior de viviendas y tenemos niños. Aún hay niños y eso es alegría y esperanza», pero necesitan intervención municipal. El barrio exige actuaciones inmediatas. Tres obras en tres calles de Ciudad Jardín como son Maestro Priego López o Marruecos aprobadas en los presupuestos de 2019 tienen que llegar.

«Las obras como las de la calle Previsión tienen la capacidad de transformar un barrio; es lo que demandan los vecinos para seguir siendo un lugar donde apetece vivir», asegura el presidente de Nueva Ciudad Jardín.

Mientras tanto, los pasos de cebra se han borrado, como el brillo de los locales comerciales, cada día con más cierres y dejados de la mano de Dios a la espera de que un emprendedor decida devolverles el lustre, con precios que no terminan de adaptarse al mercado y a la crisis del Covid . Lo dice el estanquero Manuel Briones quien asegura que «los propietarios de estos locales no están en el mundo con los alquileres, y que el precio del local medio, uno pequeño, supera los 400 euros. Eso sin contar con toda las reformas que precisan, así no se puede atraer a autónomos que tienen que afrontar gastos ingentes antes de dar un servicio en Ciudad Jardín».

Limpieza insuficiente

Un barrio con sabor como el de la taberna Moriles, donde su propietario Rafael Marín , lleva más de 30 años y sabe de lo que habla. Sus clientes son los de siempre, y el Covid ha pasado de puntillas por su local pero «porque no tenemos deuda, pero la embestida no todo el mundo que está empezando la puede soportar», reconoce a ABC.

Esta dejadez de los bajos comerciales que afean este barrio se suma la falta de civismo de una parte de los vecinos al echar la basura a los contenedores o de «vaciar» literalmente los fines de semana los pisos dejando sillas, colchones o armarios a la vista de todos por no usar los servicios municipales. La limpieza es insuficiente en gran parte del acerado, señala Gallego.

Los mayores reclaman zonas ajardinadas en el bulevar de Gran Vía Parque , que, como con sorna asegura el presidente de Nueva Ciudad Jardín, «no tiene ni jardines grandes ni zonas verdes excepto el gran parque Juan Carlos I que se ha convertido en el pulmón verde de las familias».

El problema de la suciedad que dejan los orines de los perros y sus heces son otra de las grandes asignaturas pendientes para los vecinos de este barrio, que tristemente aparecía como uno de los núcleos con la renta per capita más baja de España.

El presidente de los vecinos reconoce que Sadeco hace lo que puede pero sería necesario para dar más lustre al barrio soterrar los contenedores además de educar a los niños desde el colegio para que aprendan a cuidar su barrio. De hecho uno de los problemas que han comprobado con sus propios ojos concejales como Cristina Pedrajas (Podemos) son las ratas que acuden a la suciedad y campan a sus anchas por bajos desvencijados.

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