Verso suelto
Renacer en septiembre
No es el mes en que se regresa a la condena del trabajo, sino el momento de una vida nueva

Ni marzo con el escalofrío de los presentimientos en la piel, ni abril con la certeza de encontrarse a Dios a la vuelta de un atardecer interminable, ni mucho menos agosto con los días en que los días de la semana dejan de distinguirse. ... Septiembre es el mes más hermoso del año, porque con él la vida se renueva, como si se naciera otra vez después de haberse sumergido en el agua bautismal de los calores. Septiembre no es el mes en que se regresa a la condena bíblica del trabajo después de un largo permiso, sino el momento en que se empieza otra vez, y entonces se puede soñar con que es posible vencer a la pereza y a la dejadez, saltar por encima de la propia sombra de la mediocridad y eliminar la pátina gris de la rutina y los hábitos que tienden a hacer iguales todos los días.
Bien lo intuye me hija cuando no puede resistirse al impulso de mirar los libros del nuevo curso : en las páginas impolutas de lápices no se prefiguran meses de exámenes y de bloqueo ante aquello que necesita de más de una explicación para aprenderse, sino que se ve la ilusión de una nueva aventura, la lluvia fina que calará para seguir construyendo a una persona nueva que crecerá con la rapidez y la discrección de una planta que se ha colocado en el mejor suelo. Puede que luego el curso venga con cuentas que dejan decimales imposibles, pero yo también miraba con interés aquellos libros que no estaban viciados por el uso y por la costumbre, como calles de una ciudad que todavía se muestra con la textura estrenada de la novedad, sin la mancha indeleble de los caminos trillados, aunque sean queridos.
En septiembre se recibe la lluvia con el gozo interminable que deja en el olfato y el fresco sobrevenido de algunas noches que sorprenden de tan tempranas es una caricia como para cerrar los ojos. Empezar el año en enero es antinatural y extraño, pero contar los nuevos ejercicios desde septiembre tiene el sentido de una suerte de renacimiento, como si la vida volviera a estar en orden. Las vacaciones se entienden del todo si se sabe que son un paréntesis entre el trabajo, y el ser humano lo es por cultivar la tierra y sacar rendimiento de los animales, por comerciar con sus vecinos y por levantar su casa o la de otros; por trabajar y construir el mundo, en suma.
«Amargo como el domingo del jubilado» , cantó con bastante razón Joaquín Sabina , porque es feliz disponer de días para viajar y liberarse de las ataduras de los relojes, pero debe de dar vértigo asomarse al abismo de saber que las vallas profesionales que quedaron pendientes ya no habrá forma de saltarlas. Seguro que a Juan Miguel Moreno Calderón lo que ahora le apena es haberse dejado a medias un trabajo de servicio a su ciudad que le apasionaba, y que hacía mejor que nadie.
Para abrir esta página nueva en Córdoba había que beber del agua del Pocito , adivinar en el viento del oeste la señal de que el fresco estaba cerca y enconmendarse a la Virgen de la Fuensanta al menos esa vez al año. Era el sentido de esas viejas ermitas del campo a las que se peregrinaba en busca de un beneficio espiritual, de un empujón antes de intentar superarse a uno mismo. Allí habrá que volver el domingo para olvidar estas estampas de calles desiertas con que se ha visto el espectro iluso de un vacío tan real como mal disimulado con novelería, músicas y colgaduras.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete