Religión

Las reliquias errantes de San Acisclo y Santa Victoria vuelven a Córdoba diez siglos después

Dos de sus huesos se han recuperado tras el saqueo catalán de la ciudad en que se perdieron y se han devuelto a la Diócesis

El impulsor del hallazgo describe su historia en ABC Córdoba

Imagen del relicario en el que fueron guardados dos huesos de San Acisclo y Santa Victoria tras la desamortización Á. C.

Juan Manuel Fernández

En el siglo XIII el vizconde Giraldo IV de Cabrera donó las reliquias de San Acisclo y Santa Victoria al monasterio benedictino de San Salvador de Breda, en la comarca de La Selva en Gerona , que había sido fundado por sus antepasados, los vizcondes de Gerona, Giraldo I de Cabrera y su esposa Ermesenda el 4 de junio de 1038. La donación fue confirmada por su hermano Ramón de Cabrera en mayo de 1263.

Según la tradición las reliquias fueron rescatadas en el saqueo que vivió Córdoba por huestes catalanas en el año 1010 . Saqueo que documenta muy bien el padre Jesús Sánchez Adalid en su reciente libro ‘Las armas de la luz’ .

Las tropas de los condes de Barcelona , con Ramón Borrell a la cabeza, después de un tremendo combate el 2 de junio en el castillo de ‘Akabat al Bakr’ (hoy castillo de El Vacar ) donde derrotaron al ejército del califa Sulaiman, tuvieron su camino libre hasta Córdoba . Cumpliendo la venganza pendiente desde el año 985, en que Almanzor saqueó Barcelona, hicieron lo mismo en la ciudad califal durante tres días llevándose tesoros y todo el oro, así como las reconocidas reliquias que transportaron en una arqueta.

Los condes de Barcelona, cumpliendo la venganza a Almanzor, saquearon Córdoba en 1010 llevándose tesoros así como las reliquias (62 huesos)

En la batalla de Córdoba falleció a los treinta y siete años el hermano de Ramón Borrell, Armengol I de Urgel, y es posible que fuera en manos de la familia Urgel donde se conservarán las reliquias , ya que Giraldo IV de Cabrera era nieto de Armengol VII, conde de Urgel, y su madre era Miracle de Urgel.

Lo que sí está constatado es que antes de la donación de Giraldo IV , vizconde de Cabrera, al monasterio de San Salvador , la urna de las reliquias -con los sesenta y dos huesos de los mártires- permaneció en su castillo de Vidreras , ubicado en la localidad gerundense del mismo nombre. El castillo se denomina también de San Acisclo precisamente por la presencia en su capilla de las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba .

Detalle de los dos huesos de los mártires del recilario recuperado Á. Carmona

A raíz de la donación del vizconde de Cabrera quedan expuestas a lo largo de los años al culto en el monasterio de San Salvador de Breda y aunque protegidas por los benedictinos durante toda su historia -superando, incluso, la invasión francesa en las que logran ocultarlas a pesar de que el monasterio fue asaltado llevándose, las tropas napoleónicas, entre otros elementos diecisiete singulares campanas- es en el periodo del trienio liberal (1820-1823), y a raíz del decreto de desamortización del 25 de octubre de 1820 , que exige el abandono de los monasterios y conventos cuando definitivamente se pierde la pista de la urna con las reliquias .

Previa y providencialmente a finales del siglo XVIII , primeros del XIX, son extraídos dos huesos de la arqueta principal y expuestos en un reliquiario, documentado con la leyenda ‘Extraídos de la urna de San Acisclo y Santa Victoria de Breda’ para su culto en otra parroquia ; o, como bien establecía el académico Ángel Fernández Dueñas, dentro de su exposición sobre la merma de reliquias, a reclamación de alguna noble familia o monasterio, y es que el fervor religioso y el apostolado en sí mismo del peregrinar de reliquias de los santos mártires por Cataluña, Camino de Santiago y sur de Francia, no por estudiado, deja de ser sorprendente.

En el siglo XIII el vizconde Giraldo IV de Cabrera donó los vestigios al monasterio benedictino de San Salvador de Breda, en la comarca de La Selva (Gerona)

Este relicario es el que hoy se ha recuperado para la diócesis de Córdoba .

Fernández Dueñas se refiere a las mermas de reliquias explicando tres causas comprobadas. La primera, en el reinado de Mohamed I, años 853 y 854, cuando Servando, conde de los cristianos, cae en la herejía y llega a exhumar algunos cadáveres de los mártires para mofarse de ellos. La segunda cuando se redescubren el 26 de noviembre de 1575 y el exaltado fervor provoca la pérdida de algunas de ellas; y la tercera, que recoge como en la Edad Media, fruto de la gran veneración que generan las reliquias de los santos mártires son muchos los reyes, obispos, abades de monasterios que desean poseer alguna de ellas, siendo precisamente las más reclamadas las de los santos hispano romanos.

Esta última circunstancia hace que la devoción a los santos mártires sea constatable en cada paso que se da por el norte y noreste de España . El experto en el Camino y fiscal Fernando Santos Urbaneja, estudia con detalle la presencia de las reliquias de san Zoilo en el también monasterio benedictino de Carrión de los Condes, en su libro ‘San Zoilo, un mártir Cordobés en el camino de Santiago’.

San Acisclo y Santa Victoria no es que sean sólo los patrones de Breda y Vidreras de Gerona , donde por tantos siglos estuvieron sus reliquias, es que su devoción fue revulsivo no solo en lo espiritual sino también en lo cultural. Está documentada en estas poblaciones la existencia de dos hermandades en honor de sus santos patrones que celebraban su fiesta el segundo domingo después de Pascua en Vidreras, y el tercero en el monasterio de Breda.

Juan Manuel Fernández, junto al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y al padre Ángel Roldán con el relicario con los dos huesos de los mártires ABC

También en esas poblaciones se recoge en las crónicas la muestra temprana del teatro hagiográfico con la famosa comedia de los gloriosos mártires San Acisclo y Santa Victoria que se conserva en la Biblioteca de Cataluña y que fue representada en Breda el 26 de julio, Día de Santa Ana, de 1615; y en Vidreras el día 6 de septiembre, Día de San Eugenio, de 1750. La obra representaba el martirio de los hermanos cordobeses, cuando en el año 313, periodo de represión del emperador Diocleciano, por orden del pretor de Córdoba, Dión, son torturados primero en un horno, luego intentando ahogarlos y finalmente decapitado Acisclo y asaeteada Victoria.

En esta obra participaban al menos treinta y seis actores , la representación era muy ingeniosa y se usaban cortinas para pasar de una escena a otra, en ellas se sucedían la entrada y salida de actores con gran dinamismo y así, en el caso de la tortura a fuego, se veía como unos actores vestidos de angelotes se ponían en medio entre este y los mártires protegiéndoles, igual separándolos del agua y así. Este tipo de obras eran muy populares pero fueron perseguidas por motivos morales o literarios y así Fernando VI publicó una disposición en su contra que fue apoyada por Real Cédula de 1765 de Carlos III que directamente las prohibía .

En Córdoba las referencias a los mártires , después de la desaparición del convento de los Santos Mártires , siguen muy vivas en la basílica y parroquia de San Pedro , en el colegio e iglesia de Santa Victoria , en la parroquia de Santa Victoria, la ermita de los Santos Mártires, las palmas del Puente Romano, el abandonado y popular altar de San Rafael, San Acisclo y Santa Victoria de la calle Lineros y la presencia de la Fundación Diocesana de los Santos Mártires -con diez colegios y cinco escuelas infantiles a su cargo- que tan activa ha estado a través del padre Ángel Roldán en la recuperación de estas reliquias.

A raíz del decreto de desamortización de 1820, que exige el abandono de monasterios y conventos, se pierde la pista de la urna con las reliquias

Pablo García Baena decía así:

« Estréchame en tus brazos helados como sombras,

fría noche de noviembre ,

y que de tu regazo

gotee la caricia suave de la lluvia ,

de la lluvia que oculte a mis ojos

el cuerpo de Victoria en el anfiteatro,

allí donde los mármoles son blancos

como un deseo insatisfecho.

Aparta de mí, oh noche ,

la sangre que resbala hasta teñir el río

de su cárdeno grito ,

la sangre que derrama la cabeza cortada por un sueño de espanto ,

de Acisclo , puro y limpio

como un ángel ahogado en el fondo de un pozo.

Aparta de mí , noche más piadosa que el alba,

los destrozados cuerpos de estos niños,

de estos niños que apenas unos días

jugaban en las fuentes cercanas a su casa

o escribían sus nombres

en la cal palpitante de las blancas paredes ,

cuando en la siesta cálida

la calle se adormece en el aire parado».

Diez siglos después , gracias a la providencia y la decisión, las reliquias errantes de San Acisclo y Santa Victoria vuelven a Córdoba con la vocación de crecer en su conocimiento y devoción. Así sea.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación