Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
Relevo en el PP
Arranca una nueva etapa, aunque las caras sean las mismas; y ésta debiera ser ya la primera premisa
El Partido Popular ha granjeado la confianza de más de diez mil afiliados en esta última década en Córdoba. En un territorio hostil en lo político hace el mismo tiempo, ha sabido ir abriéndose espacio en las llamadas agrociudades, creando estructuras y sintonizando con una capa social que ha refrescado los carteles de la Transición. A la par que en todos los niveles, ha dulcificado el discurso y ha ido desplazándose como la tortuga (sin prisa pero sin pausa) hacia un espectro más centrado con el guión de la socialdemocracia . En ese hito estamos ahora mismo. Como si el PSOE se hubiera quedado sin silla en el tradicional juego de la música y los asientos y buscase su lugar abocado a un extremo. En estos años ha alcanzado sus máximos logros electorales con mayorías absolutas en el Ayuntamiento de Córdoba y la Diputación Provincial , abarcando alcaldías de grandes municipios que se antojaban casi una entelequia. Sin menoscabo de pequeñas poblaciones -como sucede en el norte o el Valle del Guadalquivir - donde las opciones de rascar un buen resultado ya eran un logro en sí mismo. Aportando al granero nacional -también sufriendo el camino inverso y las embestidas de la corrupción y sus efectos colaterales- como una provincia media, pero simbólica por el contexto regional en el que se halla y su traslación a la geopolítica.
Esta tarea la ha puesto en práctica bajo el modelo de partido conservador y presidencialista que encierra. Poco dado a las alegrías internas, homogéneo en el paso y la ejecutoria, pertrechado por el enfoque de su espacio ideológico y no exento, obviamente, de tics instalados en la clase política presente que restan más que suman. En una voraz crisis económica que ha cambiado las reglas del juego y pese a la que ha salido a flote en las tesituras más controvertidas. Curiosamente, hay voces más conservadoras que le demandan hoy que sea a la vez un partido de cintura férrea en ciertos postulados y medio asambleario en su funcionamiento interno, lo cual es un ejercicio de trapecismo político sin red. Con todo este armazón, al final lo que puede otorgar valor añadido son las personas . Aquellos que deben dar impronta a la estructura, cumplir el manual de estilo y acercarlo a la realidad social de cada sitio.
El Partido Popular de Córdoba cambió ayer oficialmente de líder tras una década con José Antonio Nieto como cabeza visible de la formación. Discutida salida en las formas, no así en el fondo, donde el marco temporal sigue siendo una barrera infranqueable. Toma las riendas Adolfo Molina , número dos de Nieto hasta ahora -lo que ya le ha valido la etiqueta fácil- y joven dirigente almidonado en esa valiosa red provincial que se ha ido tejiendo sin alharacas y donde reside el espacio de crecimiento natural en Córdoba. No esperen un líder con estridencias, de titular rápido y febril, o apetito feroz. Tampoco de mantras líricos y guitarreo huecos. De pasos largos y descompasados. Conoce bien el cuadro generacional que va tomando sitio en el PP cordobés en la banda de los treinta y cuarenta años, con el que tendrá que trabajar cada día sin obviar a aquellos otros que por edad deberán retirarse algún día, y al que no le queda más remedio que recuperar el poder perdido y no retroceder en la huella marcada.
Molina ha sabido responder al envite de Rosario Alarcón sin perder el tempo y atesora prudencia, discreción y consecuencia para otros que llegarán. Delante tiene un partido y unas bases con las que empatiza. Un tablero regional y nacional con el que no chirría, a pesar de las últimas batallas intestinas. Y la sombra alargada de Nieto , de la que tampoco se debe prescindir. Habrá de tomar mando en plaza y acercarse al foco del que a veces recela. Arranca otra etapa por mucho que las caras sean las mismas. Y ésta debe ser una primera premisa.